viernes, agosto 01, 2003

Termino de ver 'Ghost Dog' de Jim Jarmusch y vuelvo a tener ganas de escribir.
No tengo sueño y eso que es la vida no es más que éso... o al menos esta es la parte que más me atrae de la película. A lo largo de la misma, el libro 'Rashomon' va pasando por las manos de varios personajes hasta que regresa a su primera dueña (la circularidad maravillosa de 'La Ronde', la vieja película de Max Ophüls).
'Rashomon' es un relato acerca de cómo una serie de personas interpretan el mismo acontecimiento, la misma realidad de distintas maneras... Y es que no podemos hacer otra cosa. Somos pura interpretación de una realidad que se nos escapa de entre las manos como arena.
'Ghost Dog' interpreta la realidad a la luz del Hagakure, el antiguo código de los samurai y su amo Louie también sigue otro código, el mucho más terrenal de una organización criminal, incluso Vin, el compadre de éste, se alegra de ser asesinado de acuerdo con la forma en que debe terminar la vida de la persona que aún sigue creyendo que es -y que desde luego no pasa por morir de vejez-.
Hablaba antes de sueño y ese sueño es la interpretación, el código que utilizamos para descifrar ese caos de sensaciones, estímulos e impresiones que llamamos realidad. No se trata de que esta vida no sea nada en comparación con la otra que nos espera (ja,ja,ja) en el más allá, sino de vivir la que tenemos de acuerdo a la ética y la estética que cada uno decidamos darnos. Ese es el sueño. No hay mejores ni peores caminos, sólo distintos sueños palpitantes y terrestres conviviendo los unos con los otros, debatiendose en la dorada jaula de un espacio y de un tiempo que no nos pertenecen.
A su fragrante luz hasta el final, que en algún momento del más adelante a todos nos aguarda, cobrará sentido.

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