lunes, octubre 13, 2003

1
Me gustó mucho ver 'Te doy mis ojos', la nueva pelí­cula de Iciar Bollaí­n.
Eran las ocho y media de la tarde de un domingo más y andaba yo a palos con el sueño -la noche anterior sólo habí­a dormido dos horas y por varios motivos no hubo siesta de por medio-. Me temí­a lo peor, pero la pelí­cula consiguió despertarme e incluso emocionarme. Me dió lo mejor y acabó saliendo del cine a mil kilómetros del sueño absolutamente fascinado con todo lo que adivinaba en las miradas de sus dos protagonistas, intuiciones que no hubieran sido posibles sin la genial interpretación de Laia Marull y Luis Tosar.

2
Huyendo de soluciones argumentales más sensacionalistas y quizá más demagógicas por lo superficial, la directora se mueve en terrenos más movedizos.
Dar los ojos no es otra cosa que una hermosa metá¡fora sobre las relaciones personales llevadas a un último extremo. Cuando uno da su mirada está también dando al sujeto que está detrá animandola y éso es lo que pretende el personaje encarnado por Luis Tosar. Quiere el control total de ese sujeto. Convertirla en un elemento más de un paisaje forjado en el fracaso y en la mediocridad, a espaldas de una realidad que constantemente le supera y cuestiona.
Ante ello, la única solución es refugiarse en la casa para por lo menos ser el incuestionable señor de esos escasos ochenta metros cuadrados. Transformarse en la única fuente de sentido, soberano absoluto y dictador de las dos personas que viven con él. Se abandona la lucha fuera y el hogar se convierte en la última posición, la de la resistencia desesperada y la lucha cuerpo a cuerpo hasta la muerte.
Y la lucha no tarda en producirse porque ella no está dispuesta a ser el sujeto pasivo de la vida de nadie, un mero elemento del paisaje que el demiurgo quita y pone a voluntad. Primero sin ser consciente de su propia reivindicación de identidad y luego, más adelante, despertada a gritos y empujones, cuando se disipa la bruma del amor, de una forma intencionada y precisa.
Ella quiere vivir y él, borracho de su porpia muerte, no está preparado para semejante 'traición'.
Por amor ella le da sus ojos, pero sólo por amor. Pero a él se le escapa la grandeza de ese gesto. No puede comprenderlo. El bosque de su fracaso vital le impide ver el arbol de un amor sincero.

3
Ambos personajes, en el fondo, luchan por su propia supervivencia y componen versiones antagónicas, el lado luminoso (ella) y el oscuro (él) de un mismo hecho. El triunfo y el fracaso, el afán de superación y el afán por no ser superado.
Sólo por amor ella se hundiría con él, pero al mismo tiempo es él quién la libera de semejante compromiso con su esfuerzo por mantener en el hogar un orden que, para éll, ya no existe puertas afuera.
Un orden que ella cuestionará siempre porque ella no es quién él cree que es. Ella quiere vivir. Opina. Tiene ideas e iniciativas. Es un sujeto con mirada propia
Incapaz de la menor reflexión e introspección, ví­ctima de siglos de fracasos, él no puede salvarse. No está en absoluto preparado para ser él mismo -porque ni se gusta ni se acepta- y tampoco puede soportar que los demás sean ellos mismos -porque un día le mirarán y quizá le ven tal y como él se ve- y los unicos seres que aún puede controlar son los más cercanos y próximos.

4
'Te doy mis ojos' es una gran película sobre el fracaso, un final que siempre empieza por la incapacidad para ser uno mismo y, como consecuencia, siempre termina en la imposibilidad de comunicarse.
Cansados, los otros siempre terminan alejándose, especialmente si son como ellas: seres libres capaces de sentir las emociones más puras, capaces de entregarse a sí mismos y a su libertad por amor.
Ojalá jamás cometamos el enorme pecado de no reconocerlos y el aún mayor de recurrir a la violencia para intentar retenerlos.

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