jueves, junio 03, 2004

Me gusta.

El niño que todos llevamos dentro -vivo o muerto- aún no ha muerto en mí. De vez en cuando me asalta, en mi propio ensimismamiento de trabajador concentrado.
Intenta atraer mi atención.

Impertinente, tira de los faldones de mi camisa.
Sin miramientos, se agarra a la punta de mis labios.

Quiere que me pare.
Busca que yo la eche de menos.
Pretende dar tiempo al tiempo con la esperanza de que me brote el acuciente sentimiento de levantarme y correr hacia ella.
Desea que inconscientemente de la espalda a la realidad y me disuelva en lo importante, en su abrazo redondo y perfecto que me envuelve herméticamente, la delgada línea que separa lo que necesito de lo que quiero.

Aspero mundo para los dos, pues.

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