martes, marzo 22, 2005

I
Billie Holliday no sólo era una personalidad cuando cantaba, sino también cuando escribía...
Esta es la sensación que tengo cuando termino de releer "Lady sings the blues", su maravillosa autobiografía escrita en colaboración con el pianista y también amigo William Duffy.

Con ácido sentido del humor y desde la tristeza, Billie Holliday compone un minimal y austero retrato de una vida desdichada. Un retrato que sorprende por una rotunda capacidad evocadora que atrapa al lector con la profunda intensidad que parece emanar de las cosas mismas, de lo narrado:

"Papá siempre quiso tocar la trompeta, pero nunca tuvo la oportunidad. Antes de que lográramos comprarla, el Ejército lo cogió y lo embarcó a Ultramar. Tuvo la mala suerte de ser uno de los que respiraron gases tóxicos, lo que le estropeó los pulmones. Sospecho que si hubiera tocado el piano le hubieran dado en las manos"

o

"Recuerdo Zürich, donde paramos en un hermoso hotel rodeado únicamente de nieve y con cisnes grandes como ponies flotando en un lago delante de nuestras ventanas"

Pero siempre hay una mirada, la suya, imprimiendo la propia impronta al texto.

Recordando a Ruben Blades, la suya es una mirada de "ojos de perro azul". Bellamente sospechando la mala suerte que regirá el destino de su padre, mágicamente caracterizando a los cisnes como si fueran ponies.
La magia de la contingencia.
El atractivo de la voz única e irrepetible, una voz que habla desde un cierto punto de vista y desde una cierta sensibilidad y que está capacitada para hacerlo, para llamar nuestra atención con la fascinante riqueza de un mundo propio:

"Si lo único que esperas son dificultades, tal vez se presenten algunos días dichosos. Si esperas tiempos felices, ten cuidado"

En definitiva, el poder de una irrepetible personalidad que uno no sólo puede escuchar, sino también leer... y sin apenas notar la diferencia.

II
Me gusta el título del libro.
"Lady sings the blues" se ajusta perfectamente al contenido que el lector va a encontrar en sus páginas.

La señora canta blues... y vaya si lo hace. Incluso cada capítulo está titulado de una forma concisa, como si fueran canciones (Too hot for words, I must have that man, ....) que perfectamente ella pudiera cantar acompañada de su amigo Duffy al piano.

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