lunes, julio 25, 2005

"En opinión de Jünger, escritor que representa, mejor que otros, el afán de hacer ver y comprender lo que sucede en el mundo y su porqué, y también de indicar un camino de redención, hay unos poderes que acentúan la obra del nihilismo, desvalorizándolo todo con el fin de poder reinar sobre una sociedad de individuos que han dejado de ser personas, como decía Maritain, y estos poderes son hoy lo político, bajo todos los matices, y la técnica. "
(Leído en "
La sombra del mal en Ernst Jünger y Miguel Delibes", Vintila Horia)

Nunca he estado de acuerdo con la crítica la nihilismo que hacen estos estos pensadores conservadores (aunque admiro mucho a Ernst Jünger y no especialmente por sus experimentaciones con la drogas...).
Su condena al nihilismo es la inconsolable reacción ante la pérdida de un mundo que desaparece, el suyo, el aristocrático mundo del siglo XIX...
La revolución conservadora de Weimar y "La marcha Radetzky" de Joseph Roth.
El fin de la atemporalidad decimonónica.

Pienso que el nihilismo no es un fin en si mismo, sino un método, una forma de actuar deconstructoray lúcida... y al mismo tiempo terrible pues el resultado final siempre debe ser el hombre en soledad frente a si mismo.
Una investigación.
Una última aventura espiritual en busca de esa nada de la que tanto hablan sus críticos, fundamentalmente para comprobar si es tal y enfrentarse a ella cara a cara... pero "el aire está lleno del estremecimiento de las cosas que huyen" (Las flores del mal. Charles Baudelaire)"

Quizá nunca nos hemos visto tal y como somos.
Nuestras visiones siempre están mediadas. Siempre nos vemos como hijos de una patria, de una idea o de un Dios.

¡Quién sabe!
Quizá los extremos se toquen y la búsqueda de la verdad nos lleve al descubrimiento de la extrema necesidad que el hombre tiene del engaño.
Quizá la visión de nosotros mismos como simples animales nos sea insoportable.

A cualquier precio tenemos que ser hijos, para no convertirnos en los padres de nuestra propia locura.

"¡Amo las nubes. . ., las nubes que pasan... allá lejos... las maravillosas nubes!"
(Charles Baudelaire. Fragmento de "El extranjero" contenido en "Spleen de Paris")

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