lunes, septiembre 19, 2005

"John Stuart Mill también echó de menos otro tipo de hombre, muy diferente del que veía a su alrededor. Él mimo lo deseó ser con todas sus fuerzas analíticas, y este deseo le costó una amarga crisis. Salió de ella, como los genios de la cultura alemana, con la lectura de poesía, de mucha poesía"
(John Stuart Mill, El espítiru de resistencia del hombre utilitarista. Historia de la filosofía contemporánea. Jose Luis Villacañas)

La poesía es también -y quizá sobre todo- una forma de conocimiento superior (de uno mismo, de los otros, del mundo que nos rodea... No se...)
Los conceptos elaborados y complejos: las religiones, las filosofías y las ciencias siempre acaban haciendo poesía cuando intentan abordar las esencias: la metáfora del espejo en las teorías más avanzadas sobre el orígen del Universo, cualquier clase de mística religiosa, Hölderlin y los filósofos alemanes, Nieztsche y su alucinada verborrea lúcida,....

La metáfora y la metonimia, la condensación y el desplazamiento son a veces la única forma de acercarnos a los que aún nos queda demasiado lejos.
Son sombras luminosas que nos llevan de su huidiza mano por el camino correcto, una senda que en una eterna aproximación jamás nos llevará al encuentro total con la auténtica verdad sobre el sentido de las cosas (quizá porque no es posible, quizá porque nuestra capacidad de hacernos preguntas es muy superior a la de encontrar las correspondientes respuestas).

No deberíamos vivir de espaldas a la poesía.
Deberíamos tratar todos y cada uno de nosotros encontrar a nuestro poeta, ese que dice las cosas que no sabemos cómo decir.
Al final de esa búsqueda siempre estaremos nosotros mismos, esperándonos en cualquier recodo del interminable camino.
Por lo menos ya no haremos el viaje solos.

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