jueves, noviembre 24, 2005

EL OJO DEL HURACÁN

No le sobra tiempo.
El reloj le quema en la muñeca.

No le queda tiempo, pero decide detenerse. Decide mirar.

A su alrededor, el espectáculo del propio movimiento.
el hormiguero, la colmena,
sucede como un interminable vórtice de carne y aire.

Se imagina a si mismo llendo y viniendo,
teniendo prisa,
entrando y saliendo.
No puede ser mucho más distinto que alguno de ellos.

Se imagina saliendo,
tumbándose en el suelo,
descansando al borde de un abismo de instantes que no le pertenecen
porque cobra por ellos.

Se recuerda de pronto,
pequeño y sin tiempo.

Apresuradamente se viste la prisa.
Todos los trenes están ya partiendo.

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