lunes, abril 03, 2006

Se sacude el silencio de los hombros
y con la voracidad de un hambriento
empieza a vivir un día más
dispuesto a borrarse la raya
que perfectamente divide,
en dos zonas desiguales,
sus rizados cabellos,
tan propensos a la locura y el desorden
como su palpitante pecho.

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