jueves, octubre 12, 2006

MODOS DE VIVIR

Es curioso....
No nos damos cuenta, pero constantemente lo hacemos.
Más tarde o más temprano siempre ponemos el énfasis en los presuntos riesgos que esta u otra actividad tienen para quienes las desempeñan.
El martes pasado viajaba en el metro y a mi lado una persona leía en uno de estos periódicos de usar y tirar un artículo sobre el riesgo que los tatuajes acarreaban a quienes se los hacían.... Se trataba de la hepatitis C. Frente a mi, y en otro períódico un artículo hablaba de los riesgos del exceso de tiempo pasado frente al ordenador.

Riesgos....
En la esfera pública, y para cualquier asunto o actividad, tarde o temprano termina apareciendo alguien, generalmente un médico, que nos informa de los posibles riesgos que acarrea su práctica.
Se pone mucho énfasis en ésto.
Vivimos constantemente avisados de los posibles problemas que nos pueden producir cualquier cosa que estemos haciendo.

Riesgos....
En exceso, todo puede matarnos... como si ya no lo estuviera haciendo el tiempo sigilosamente, en las catacumbas de nuestra fisicidad mientras somos conscientes de tanto riesgo y nos cuidamos -formales que somos- de que nada malo nos pase mientras resignadamente seguimos trabajando de nueve a siete.

No debemos entregarnos a nada en exceso.
No debemos desear algo con la falta de ocntrol suficiente como para incurrir en los consabidos riesgos para la salud.

La máquina tiene que estar en perfecto funcionamiento para seguir funcionando, cumpliendo con su parte dentro del hormiguero.

Y es cierto que existen los riesgos pequeños.
Y que si no tenemos cuidado podemos caer en ellos, pero existen otros riesgos más grandes de los que nunca se habla, riesgos más globales que afectan a la persona y al lugar que ésta ocupa en el mundo.

Constantemente hablamos de estilos de vida insanos, del tabaco, de la conducción enloquecida y descuidada, del alcohol, de querer trabajar de día y vivir de noche -todo a la vez- y pensamos correctamente que son hábitos que nos producen enfermedades letales. Pero, quizá, esa corrección no sea del todo suficiente.
Es posible que esos comportamientos excesivos sean valvulas de escape para seres que viven aprisionados por las propias circunstancias. Ortega decía que el hombre era la suma de éste y de aquellas, pero qué sucede cuando el hombre sólo es la suma de sus circunstancias, cuando no hay nada más que lo que se ve y se ha comprado en una tienda.

En estos casos en que se me va la olla, siempre recuerdo un poema de Sam Shepard:

"sus canarios
caían como moscas
cada mañana
aparecía un nuevo canario
tieso
en el suelo de la jaula

el Veterano le dijo
que era por las bacterias
del agua que les daba
pero él sabía
que era
por su modo de vivir"
(Crónicas de motel)

Y de pronto me llega la cordura.
No nos mata el cáncer o la carretera.
Nos mata el modo en que vivimos, que nos hace fumar en exceso o conducir demasiado deprisa. Quizá llega un día en que abandonamos toda esperanza y nos dejamos ir y fumamos y conducimos y bebemos y follamos a diestro y siniestro sin condón y nos hacemos tatuajes y nos compramos una casa sin poder permitirnoslo y nos traen sin cuidado los riesgos porque ya estamos perdidos.

La vida que llevamos nos hace, pero también nos deshace si perdemos el rumbo o la esperanza de construir algo por pequeño que sea. La naturaleza aborrece el vacío y el espíritu tanático/autodestructivo enseguida entra a ocupar el lugar que ha dejado el espíritu erótico/constructivo.

El milagro del vivir es siempre un regalo envenenado.

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