jueves, marzo 08, 2007


LA VIDA DE LOS OTROS

Muchas cosas tiene a su favor esta película alemana, ganadora del último Oscar a la mejor película de habla extranjera, pero principalmente -y en mi opinión- lo más destacable es la precisa y eficaz combinación de inteligencia y sensibilidad.

En este sentido, lo tiene todo.
"La vida de los otros" es un inteligente y eficaz artilugio narrativo, lleno de aromas y sabores capaces de interesar a la más exigente de las inteligencias, pero, y al mismo tiempo, tiene el poder emocionar al espectador durante todo el trayecto y, sobre todo, en su más que emocionante final.

El progresivo cambio de actitud del protagonista, un experto interrogador de la Stasi -la temible policía política de la ya desaparecida República Democrática Alemana-, es la principal línea argumental. Una línea que discurre paralela a la pequeña tragedia de la pareja de amantes que son sus espiados, sometidos a la caprichosa y totalitaria voluntad del régimen al que aquel sirve como mano ejecutora.

"La vida de los otros" se convierte en una trágica historia de sacrificio y expiación en la que sólo parece tener sentido la soledad del individuo ante la presencia de sus auténticas emociones -que en definitiva son él mismo- y la valentía de actuar conforme a las mismas dentro de un mundo ya muerto y descompuesto que fuerza al extremo de sus capacidades a los sujetos que lo habitan precisamente en la dirección contraria.

En algunos momentos, recordaba a Primo Levi y a su inmenso relato "Si esto es un hombre" sobre los campos de concentración nazis. La indefensión de los individuos ante un mecanismo organizativo destinado a dominarle y la culpabilidad por sobrevivir... porque sólo se sobrevive traicionandose a uno mismo y a los otros que nos rodean. Porque lo normal -si uno es humano- es morir. Porque lo que sobrevive después de todo es el animal que ha hecho todo lo confesable e inconfesable por seguir existiendo.

Y después llega la culpa para aparecerse como un fantasma shakesperiano y recordarnos que fuimos mucho más.

Nuestra levedad es grande y también llega hasta allí.

Quizá, por éso, los suicidios eran tantos en la Alemania Democrática.
Lo que quedaba del hombre que cada uno había sido, hacía el último esfuerzo para aparecer y ejercer desesperadamente la libertad para ponerse el propio fin.

¿Por qué no?


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