miércoles, abril 25, 2007

"Una de las parálisis reales de un escritor se produce cuando está escribiendo una cosa verdadera y medita sobre la evidencia de que dentro de poco, cuando se publique, ya no será suya. A mí me pasa, lo prometo. Escribo algo que quiero y me cuesta, y enseguida me viene a la cabeza la posibilidad de un tipo miserable leyéndola, con su aliento y sus dedazos. Iba yo a correr el riesgo, si no fuera por dinero. De qué, negros."
(Arcadi Espada)

Los Bartlebys son aquellos escritores que en un nomento determinado de su vida dejan de escribir. De pronto, su voz se silencia para siempre sin que exista alguna explicación clara que no implique andar varios cientos de kilómetros dentro de sus propios mocasines.
Recuerdo, por ejemplo, a Juan Rulfo o a Juan Carlos Onetti.

Es como si ya no hubiera nada más que decir.

Siempre me han fascinado y recomiendo la lectura del libro de Vila-Matas escrito para profundizar en el tema, "Bartleby y cia".

Su presencia es fascinante para mi por constituir un elemento anacrónico dentro de un mundo en el que todo el mundo habla, en el que cada persona tiene una opinión junto a la falta de pudor para hacerla pública.
Como decía Clint Eastwood por boca de su Harry el Sucio: "Todo el mundo tiene una opinión, todo el mundo tiene un culo".

Me fascinan aquellos que tienen la virtud de callar, que con tranquilidad soportan la apropiación del silencio por parte los otros. Quizá callan porque no es el momento de hablar o quizá lo hacen porque no hay nada más que decir.

Y esa sequedad del antaño incesante manantial de hermosas y resonantes palabras puede deberse a muchas razones. Una de ellas, se me ocurre, puede tenga que ver con el espiritu que late tras las palabras entrecomilladas de Arcadi Espada al principio de esta entrada.

El desecanto.
La pérdida de la confianza en la raza humana.
La imagen terrible de la propia verdad ofrecida como un corazón palpitante a unos seres de manos sucias.

Voz en el desierto que no existe porque nadie la escucha.

Otra variante de la soledad profunda y metafísica traducida en el silencio dandy del último superviviente de una vieja raza... la propia.

2 comentarios:

  1. Anónimo9:01 p. m.

    Frente a eso siempre nos queda pensar que no conocemos a todos los que nos leen, ni nos escuchan, ni el alcance que tendrán nuestras palabras o nuestros silencios, que aún hay esperanza para las generaciones venideras.

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  2. Me ha encantado esta reflexión.
    Nuestro propio desencanto,la pérdida de confianza en lo que creímos alguna vez...
    Todo eso nos conduce hasta un progresivo silencio,pero nunca a la sequía de ideas,confío...
    Mis saludos.

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