sábado, diciembre 15, 2007

BEOWULF

Vaya por delante que no me entusiasma mucho esta vertiente de la moderna animación cinematográfica que busca producir imágenes lo más cercanas posibles a la realidad. Para mi gusto, su único interés radica en la mera demostración de la capacidad de acercarse más y más al imposible momento en que no se pueda distinguir una imagen basada en la carne de otra basada en los píxeles.

Ni que decir que tiene que en Beolwulf son evidentes los avances que dejan a la animación por ordenador más cerca de su imposible objetivo, pero los personajes se me siguen antojando máscaras vacías, atracciones de feria desprovistos de una vida que sus creadores intentan desesperadamente imitar. Esto es evidente en las miradas. Los ojos de todos los personajes son simples cristales que transparentan una nada imposible de disimular y la evidencia de esa nada me aleja de la historia y de los propios personajes.

No se qué haran los programadores para animar toda esa vida que llena los ojos de los actores reales y que es un contribuyente siempre esencial a la credibilidad de sus interpretaciones. No se si será posible crear la ilusión de la intensidad de una vida, de una emoción, ... pero por el momento los personajes resultan meros autómatas que repiten frases que un demiurgo ha puesto en sus labios sin parecer sentirse afectados por su significado y eso no ayuda a que la historia traspase la piel del espectador. La, mía desde luego, no.

En cuanto a la historia, Beowulf es, por lo visto, es un poema épico anglosajón escrito en inglés antiguo y, también por lo visto, las líneas generales de la narración se trasladan intactas a la película.

Entre tanto virtuosismo tecnológico uno llega a intuir el interés subyacente de un relato sapiencial que enfrenta de manera simbólica al hombre con sus propias limitaciones... Un relato cíclico en el que los hijos de relaciones espúreas con la ventral ambición tarde o temprano regresan desde lo más profundo para pedir cuentas a sus muy formales padres.

Lo espectacular, para mi gusto, no está en los estupendos efectos de animación sino en la propia historia.

El hombre tropezando una y otra vez en la misma hermosa piedra, la bella y tentadora reina de las profundidades enpixelada en la imagen de Angelina Jolie.

El hombre siempre perdido en su laberinto de ilusión y deseo, inasequible al desaliento, soñando con que será él quién primero salga victorioso de una lucha contra un enemigo mucho más poderoso.

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