sábado, enero 19, 2008


CONTEXTUALIZANDO

"Allí donde pudo asomar una historia verdadera, fue desmantelada por la leyenda que, en contínuo crecimiento, cubría todas las hendiduras por donde peligraba la invasión de lo exacto. Y aún lo real que penetró y se sostuvo, fue proseguido y elaborado míticamente; lo histórico mismo fue sometido a las leyes de una prolongada tradición oral y poética. Cuando se transmite una genealogía auténtica, se halla mezclada de genealogías inventadas, obra generalmente de posteriores arqueólogos locales; lo mismo ocurre con testimonios geográficos fidedignos, que los hallamos mezclados con pueblos fabulosos, como el de los Centauros y los Lapitas....

Los recuerdos de grandes hechos históricos, si se exceptúan algunas batallas, cuya memoria se mantiene viva por los sepulcros de los caídosapenas si existen; a nadie le preocupaba por dónde habrían andado Solón, Pericles o Demóstenes; mientras que se perseguía el menor rastro en lo que se refiere a los sitios clásicos del tiempo fabuloso"
(Jacob Burckhardt, Historia de la cultura griega)


Los griegos preferían publicar la leyenda y a ello sin duda contribuye la escasa penetración de la cultura escrita.

La palabra es siempre libre en los labios que la pronuncian; cuando la escribimos queda de alguna forma atrapada en el papel que se convierte en punto de referencia, vara de medir, de un significado o un suceso.

Cientos de voces rememorando un mismo acontecimiento tienden poco a poco a variarlo. No hay un punto de referencia escrito al que se pueda recurrir para derimir disputas: la memoria, la capacidad de generar verosimilitud.

Así, una cultura basada en la palabra tiende por definición a ser poética, a publicar la leyenda y termina generando un entorno cultural lleno de magia y prodigios. Por eso, y por ejemplo, la visión que Frank Miller transmite en su "300" de la batalla de las Termópilas es más real de lo que parece.













Tiranos persas de altura extraordinaria, verdugos con hachas en lugar de manos, sacerdotes deformados y animalescos, inmensas flotas, enormes ejércitos, enemigos de aspectos temibles e inhumanos...

Tanto la historia como la película, incluye en su bagaje de imágenes, personajes y situaciones la presencia de ese leyenda que tan profundamente se imbricaba en la propia realidad para los griegos, tan profundamente que eran incapaces de distinguirla en el hipotético caso de que quisieran hacerlo.

Y seguramente los griegos de aquella época no se relatarían los unos a los otros la batalla de las Termópilas de una forma diferente. De hecho, la historia tiene un narrador. Es un contemporáneo de aquella época, un superviviente, quién nos lo cuenta.

La experiencia de la leyenda.

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