viernes, enero 25, 2008

EL BUEN PASTOR

La segunda visión de esta estupenda película de Robert de Niro me ha resultado tan estimulante como la primera.

De eso se trata, de que las cosas no mueran la primera vez que son usadas. Quizá, ésa es la principal cualidad que distingue la obra de arte del producto... Pero a quién le importan ya esas cosas. En fin... ¿Hay alguien a quién le importe de verdad algo? Tengo mis dudas y mis dudas, como siempre, me condenan.

Pero ésa es otra historia.

Vamos a centrarnos

1
El personaje del Dr. Fredericks que tan maravillosamente interpreta Michael Gambon se me antoja esencial. Después de todo, su presencia no es otra cosa que una anticipación del destino que el jóven Edward Wilson, sobrevaloradamente interpretado por un estólido Matt Damon, ha elegido para sí. Igual no. Sólo expreso mi opinión, pero lo único cierto es que siempre me han fascinado los personajes que quizá no hayan sabido vivir, pero saben aprovechar la última oportunidad y alcanzan una cierta redención porque saben morir.

Personalmente, encuentro fascinante el tema de saber cuándo dejarlo. No durar, por durar... Y por éso, y a la fuerza, alguién que sabe cuándo dejarlo debe ser un gran tipo, alguién que como mínimo se ha encontrado lo suficientemente cerca de la verdad como para ser consumido por ella, por su pavoroso fuego ígneo tan potente como mil millones de soles.

También cuentro fascinante la remota posibilidad de que la verdad tenga tanto que ver con la mentira como para que ambas sean las misma cosa. Profundizaré sobre ello cuando esté más sobrio. Me lo apunto.

¿Me fascina o simplemente me interesa creer en ello?

Da igual. Se trata de más de lo mismo. Mentira y verdad en el origen de un punto de vista.

2
Otro aspecto interesante es la sugerencia de que la poderosa Unión Soviética en realidad fuera una invención del complejo militar-industrial norteamericano.
En definitiva, que la Guerra Fría en realidad y en el fondo fuera un inmenso negocio armamentístico de carácter global.

Me gusta la idea.

3
También me resulta fascinante la siguiente idea: Cuanto más sabes, más sólo estás.

George Smiley tendría también mucho que decir la respecto.

4
Por último, last but not least, en toda la historia palpita un discurso sisífico que ata a los padres con los hijos en una destructiva espiral de pecados asumidos como propios que determina el futuro de éstos últimos.
Después de todo, esa carta de suicidio nunca leída es el primer secreto que Edward Wilson aprende a guardar y de alguna forma le convierte en perfecto candidato para continuar ese Gran Juego en el que todas y cada una de las piezas están hechas del mismo delicado material que compone esa carta.
Después de todo, el hijo de Wilson en la desesperada búsqueda del definitivo abrazo del distante padre decide entrar también en la CIA.

Ambos desencadenan su propia desgracia iluminados y conducidos por una negra luz que les llega del pasado... y que ambos confunden con la luz del sol.
Su vida pudo ser otra, pero los pecados de los padres les condicionan, les hacen ser lo que son, les hacen dejar de ser aquello que por sí mismos más adecuadamente debieran ser... incluso, y directamente, les hacen dejar de ser.

Tanto para lo bueno como para lo malo, el hombre es un ser social.

Como escribe el recientemente fallecido poeta Ángel González en el primer poema de su primer libro, Aspero Mundo, al final uno es "el éxito de todos los fracasos. La enloquecida fuerza del desaliento" proyectada en el tiempo.

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