viernes, abril 25, 2008

A lo lejos, la ciudad arde de coches y gentes
en un confuso territorio de espacios y tiempos
aprovechados a un inhumano milímetro
que siquiera deja lugar a la menor duda.

Seguramente, en alguna parte o en todas, está el mar
con toda su extensa presencia de instantes sin consecuencias
latiendo como una ignota promesa de vida eterna.
Quizá sólo haya que parar un instante
para sentir la anciana melodía suave de su brisa.
Bastaría un sólo momento de cordura.
Un inapropiado destello de locura en el lado soleado de la calle.

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