domingo, julio 27, 2008

IMPERIO

No me cabe la menor duda.

La lectura de la obra del ya desaparecido Ryszard Kapuscinski es imprescindible para entender la convulsa época que fue la segunda década del siglo XX: descolonización, tercer mundo, telón de acero.

Tampoco descubro nada escribiendo ésto.

Periodista de pura cepa, nadie como él ha sabido captar el lento fluir de la historia en las diarias vidas de todos aquellos que a lo largo de su viajar por todo el mundo se cruzaron en sus camino.

En Kapuscinsky se pasa de la anécdota a la gran tendencia histórica dentro del mismo párrafo y ésta es sin duda una de sus grandes virtudes.

"Imperio" recoge todo el material generado por el autor polaco a lo largo de su vida relacionado con la Unión Soviética. Desde anécdotas de su infancia en un pueblo bielorruso que ahora pertenece a Polonia hasta sus más recientes viajes por un estado abandonado y convulso tras la Perestroyka.

Una vez terminado el libro, uno entiende que sólo el colapso era posible y que la aparición del personaje llamado Gorbachov era una cuestión de tiempo. Desde la época de Brezhnev, la Unión Soviética era una especie de carcasa vacía viajando sin rumbo en el inacabable espacio de su propia retórica.

En este sentido es maravillosa la historia del tren que recoge, como metáfora, el tránsito histórico de la Unión Soviética. La relato de memoria y seguro que me equivoco. El tren empieza con Lenin rumbo hacia el futuro, con Stalin hay que bajarse del tren para construir las vias y no todo el mundo puede volver a subir, con Kruschev el tren se queda sin vias y con Brezhnev la gente tiene que bajarse del tren y moverlo para producir la sensación de movimiento.

Al final, como en el sobrecogedor relato de los restos del gulag devorados por la taiga siberiana, ya no quedaba nada de aquel gigante. Sólo palabras y herrumbe.

2 comentarios:

  1. Anónimo9:03 p. m.

    Este señor se dedica a robar post de otros blog.

    http://elcolormagenta.blogspot.com/

    Creo que te tocó a vos.

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  2. ¡jajajajjaja!

    Muchas gracias. Lo que no me podrá robar será la cabeza.

    ¡Que copie, que copie!

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