jueves, agosto 21, 2008

EL CABALLERO NEGRO

No tengo la menor duda de que Christopher Nolan es uno de los grandes talentos del actual cine comercial norteamericano (o sea, del cine mundial) y tampoco me parece una exageración decir que "El caballero negro" es una de las mejores películas de este año (y probablemente de los anteriores).

Ahí están esos 150 perfectos minutos de película, redondos y acabados, en los que nada sobra y nada falta, dónde todo se administra en su justa medida sin que el espectador tenga un segundo para preguntarse otra cosa que por el siguiente hito de la historia.

Y eso que "El caballero negro" es mucho más que una trepidante película de acción... aunque funcione perfectamente como tal. Un producto de entretenimiento mucho mejor que bastantes películas que se han presentado durante este año ante nuestra mirada resabiada de espectadores aburridos con esa confesada aspiración.

En "El caballero negro", brilla el talento de Nolan por todas partes. Productor y guionista de la película, sólo él es el responsable de ese tono heterodoxamente oscuro: una especie de film noir cuya materia procede del mundo del comic y en el que no hay ganadores, sino perdedores condenados a cargar eternamente mientras duren las consecuencias de sus actos; unos actos que por cierto les hacen dejar de ser lo que eran convirtiéndoles en lo que terminan siendo.

Con toda la superficial profundidad que permite un producto de gran consumo, "El caballero oscuro" maneja una serie de conceptos muy interesantes, especialmente a través del personaje de Joker quién, de la mano de Nolan, adquiere, a mi entender, una fascinante dimensión de cuestionador brutal de un orden establecido por el simple placer de cuestionarlo, de super hombre nieztscheano que desde las alturas de su irracionalidad contempla al resto de mortales en su debilidad y les somete a la sádica ceremonia de la predicación de su verdad con hechos.

"Joker" quiere que todos en Gothan abracen el caos, que reconozcan ese lado oscuro del que se sirven cuando lo necesitan, pero que niegan cuando regresan a su esfinge racional de individuos integrantes del orden social.

Todo su trabajo en la película es una alucinada didáctica del caos dirigido hacia todos los ciudadanos de Gotham; una didáctica que, por supuesto, pasa por la eliminación de Batman, el principal garante de esa ley y orden, bajo cuyo calmado manto el animal humano se refugia una vez que ha matado o robado para seguir viviendo.

"Joker" busca el imposible caos, la destructiva manifestación en todos de ese lado brutal y destructivo, irrefrenable e insaciable en su egoísmo, el animal que todo ser humano lleva dentro, al que siempre se confía cuando las cosas se ponen difíciles y como último recurso, pero que siempre niega y devuelve a su oscuro cubil cuando el problema se ha solucionado.

Magnificamente interpretado por el malogrado Heath Ledger, "Joker" es un romántico enloquecido que busca la imposible reivindicación, la destructiva revolución que pretende liberar al animal humano de las cadenas de ese orden establecido. Su propósito es regresar a ese estado de naturaleza anterior a todo orden y toda sociedad, a esa pureza esencial en el que cada hombre estaba a solas consigo mismo, con su inabarcable deseo y no se debía a nadie más que a sí mismo.

Como todo romántico, su sueño se revela un imposible que le lleva a estrellarse contra esa misma racionalidad que pretende corromper, porque el hombre necesita asociarse para sobrevivir. De alguna forma, necesita controlar ese animal. Freud, por cierto, lo cuenta muy bien en una de sus obras más sociológicas y brillantes, "El malestar en la cultura".

Confieso una cierta simpatía por este romántico Joker, ese niño malo elevado a la enésima potencia que nos grita algunas verdades a la cara sin ser consciente de la existencia de otras, quizá tenga madera de villano de superhéroe ¡Quién sabe!

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