jueves, enero 01, 2009


BARTLEBY

Siempre he considerado un gran talento, saber cuándo hablar y también saber cuándo callar. Por ello, nunca he entendido muy bien cuál es la polémica que rodea a J. D. Salinger, autor de "The catcher in the rye", que hoy cumple 80 años

En el siglo XIV, un fraile franciscano inglés llamado Guillermo de Ockham formuló su principio de economía, también llamado navaja de Ockham, que resumía el reduccionismo metodológico en el cual este hombre de dios era creyente. Según este principio, y cito a la wilkipedia (esperando que sea correcto): 

"Pluralitas non est ponenda sine neccesitate o la pluralidad no se debe postular sin necesidad. En su forma más simple, el principio de Occam indica que las explicaciones nunca deben multiplicar las causas sin necesidad. Cuando dos explicaciones se ofrecen para un fenómeno, la explicación completa más simple es preferible, es decir, no deben multiplicarse los entes sin necesidad."

O lo que es lo mismo, la explicación más simple es la que más probabilidades de verdad tiene... si lo que buscamos es no complicarnos la vida con las excepciones.

En el caso de Salinger, la explicación más simple es que no escribe porque no tiene nada más que decir.

El misterio de su silencio forma parte del misterio de su vida... y probablemente ni el mismo conozca la respuesta, pero lo único cierto es que Salinger, para mí, no sólo es grande por hablar sino tambien por callar.

En el años 2000, Enrique Vilá-Matas, uno de nuestros grandes escritores vivos, publicó un libro llamado "Bartleby y compañía". A lo largo de sus páginas, y a través de concretos ejemplos como Juan Rulfo o Robert Walser, el autor catalán arrojaba una lanza hacia la oscuridad del misterio de los autores que de pronto dejaban de escribir. Si mal no recuerdo, Salinger también formaba parte de ese elenco de misteriosos creadores mudos:

"A lo largo del ensayo, Vilá-Matas nos cuenta una variedad de historias de escritores que llegaron al silencio por la convicción de que no quedaba nada que decir, o quizás no les quedaban ideas, y otros escritores que escribieron pero luego destruyeron su obra, de la que tendríamos noticias por terceros. Incluso algunos que llegaron al silencio absoluto, o sea, al suicidio. Y el caso de escritores legendarios que, incluso en su afán de pasar desapercibidos y despreciando toda notoriedad, llegaron a cambiar de nombre decenas e veces, se hicieron pasar por otros, e incluso su propia esposa no llegó a saber bien con quién estaba casada (el caso de B. Traven, el escritor y guionista de El Tesoro de Sierra Madre, por ejemplo)."

Al final, Vilá-Matas interpreta ese silencio valiéndose de una cita de Oscar Wilde que no recordaba y que reproduce el artículo cuyo extracto arriba cito:

“Cuando no conocía la vida, escribía: ahora que conozco su significado, no tengo nada más que escribir” (Pág.141)

Y me vale esta frase para explicar ese silencio, la extrema sensibilidad del creador sobrepasada por la extrema capacidad del mundo para impresionarle, pero no para dar cuenta del misterio en que se convierten para nosotros en su silencio. Y ese misterio es el misterio del arte mismo que está siendo devorado por el progresivo proceso de mercantilización de todas las esferas de nuestra vida.

La frontera entre arte y mercado son cada vez más difusas. Obra literaria y best-seller cada vez están más cerca. Y es ahí donde ese silencio se convierte en un auténtico e inexplicable acto de libertad creativa.

Esperamos que los autores produzcan obras, los imaginamos como fábricas de historias. La lógica del mercado es producir y producir: historias, coches, cuadros, cepillos de dientes... La máquina no se detiene jamás y esa es la realidad de nuestro día a día en el que no hay espacio para la pausa, para el silencio de gente como Salinger o Walser o Rulfo.

No estoy seguro de que queramos saber las razones de su silencio. 

Quizás, lo que en el fondo deseamos es descubrir que en realidad no pasa nada y que los motivos de ese silencio que se nos aparece tan embarazoso son inanes.

Quizás, todos sospechamos que algo terrible sucede cuando el verdadero creador, capaz de modelar la oscuridad y traerla a la luz, calla.

Y ese silencio también nos habla.

Y su significado no está atado a ningún texto por lo que su capacidad para significar dentro de cada uno de nosotros es mayor. Es un abismo de incertidumbre que nos llama y en cuyo fondo estamos todos y cada uno de nosotros generando la alargada sombra de un sentido que sólo ellos son capaces de visnombrar.

Por éso, necesitamos que escriban. Sólo ellos pueden enfrentarse a nuestros demonios y clavarlos en la lógica de un texto con las agujas de sus palabras.

Fuera del texto, los demonios permanecen libres, proteicos, capaz de significar cualquier cosa a cada uno de nosotros, como una enfermedad sin cura.

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