domingo, febrero 01, 2009

VALKIRIA

Nunca he entendido muy bien por qué, desde siempre, han tenido tan poca visibilidad los intentos de la resistencia alemana por eliminar a Hitler. Seguramente porque la historia siempre la escriben los vencedores y como tal tiene un cierto porcentaje de interesada mentira... pero esa es otra historia.

"Valkiria" narra el complot que más cerca estuvo de acabar con la vida del tirano. De hecho salió con vida por el carácter abierto de la sala donde la bomba explotó, que disipó la honda expansiva lanzándola hacia el exterior, y porque la cartera que contenía la bomba fue apoyada contra un componente de la maciza mesa de roble... pero justo al otro lado de donde estaba Hitler.

Pequeños detalles... cambió de sala de reunión y colocación del artefacto... que no pudieron ser previstos y que, a la larga, resultaron determinantes. La planificación tiene una poética que surge de la contrastación del plan con lo azaroso de la vida y el millón de circunstancias incontrolables que componen la trama del destino. Este complot para asesinar a Hitler es otro buen ejemplo de cómo la suerte existe y de lo que siempre cuenta.

La mayor parte de los intentos de asesinar a Hitler procedieron de los propios militares alemanes. Una buena parte de los mandos de la wehrmacht jamás aceptaron de buena gana a Hitler y sólo le acompañaron en su suicida aventura por un sentimiento mezcla de disciplina prusiana y de revanchismo contra los ejércitos que les derrotaran en la primera gran guerra. Pero Hitler jamás confío completamente en los oficiales de su ejército que le minusvaloraban por motivos profesionales, personales y de clase. Este apoyo fué descendiendo conforme el cariz de la guerra evolucionaba negativamente y el ejército alemán se disolvía atacado por todos los frentes.

No obstante, sólo unos pocos militares se atrevieron a pasar de las palabras a los hechos y uno de ellos fue Klaus von Stauffenberg que, por encima de todo, fue un hombre valiente que extrajo su valentía de la necesidad de salvar a su país de quién se había convertido en su peor enemigo. Y este es el punto de arranque de la película. Esa convicción que le convierte en una especie de gatillo humano dispuesto a dispararse.

No cabe la menor duda de que Bryan Singer, el director de Valkiria, sabe cómo rodar una película. Entiende las historias y tiene el talento de saber ponerla en imágenes, puntuandola con primeros planos de rostros, miembros y gestos que se convierten en puntos de anclaje para la intensidad emocional.

En muchas de estas películas impersonales, productos que no traspasan y que cuando terminan pasan inmediatamente al olvido, echo de menos primeros planos, detalles que se convierten en puntos de fuga en los que la espectacularidad se convierte en intensidad emocional. El cine no sólo es panorámica sino también primeros planos. Brian Singer lo sabe y por eso, entre otras cosas, su cine destaca de entre sus contemporáneos.

Una de las grandezas del cine es su capacidad de pasar del primer plano al gran plano, de la pequeñez de las circunstancias individuales a la grandeza del momento histórico, enmarcando las pequeñas emociones que nos mueven en el gran contexto de una trama... pero me estoy apartando del tema. Ésta es también otra historia.

Volvamos a Valkiria.... Gracias al talento de Singer la historia se sigue bien, resulta interesante, pero tiene dos problemas que la lastran.

Por un lado, el excesivo peso de von Stauffenberg en una historia que podría haber sido bastante más coral. Pero, y sin duda, el hecho de que Cruise la protagonice convierte a von Stauffenberg en un sol que oscurece en demasía a una serie de personajes como el ladino Fromm (Tom Wilkinson).

Por otro, el hecho incontrovertible de que es difícil mantener el suspense de una historia cuyo final el público ya conoce.

Y en la combinación de los dos está la debilidad de Valkiria. Al no estar von Stauffenberg implicado en las circunstancias que llevaron al fracaso del complot estos no terminan de tener el suficiente peso en la historia... un secuencia del tranquilo almuerzo de Olbricht mientras el tiempo precioso se pierde no habría estado mal o un par de escenas desarrollando el personaje de Fromm tampoco habrían sobrado... por ejemplo mirándose al espejo después de haber mandado los fusilamientos.

Hay un gran teatro del mundo en las circunstancias que llevaron al fracaso de la operación... incompetencia, traición, dudas, ... aspectos que podrían haber enriquecido el aspecto emocional de la película cuyo final el público ya conoce... pero eso supondría que el personaje de Stauffenberg perdiera peso en la trama que en lo emocional termina por resultar un tanto convencional... el clásico esquema de despedida para siempre.

La película está bien, pero podría haber estado mejor.




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