domingo, mayo 17, 2009

"Al frente de la infantería estaba el teniente Zúbarev, que antes de la guerra había estudiado canto en el conservatorio. A veces, por la noche, se acercaba con sigilo hasta las líneas alemanas y entonaba 'Oh, efluvios de la Primavera, no me despertéis' o el aria de Lenski de 'Eugenio Oneguin'.
Cuando le preguntaban qué le empujaba a subirse a un montón de cascotes para cantar, aún a riesgo de poner en peligro su propia vida, Zúbarev eludía dar una respuesta. Quizás allí, donde el hedor de los cadáveres flotaba en el aire día y noche, quería demostrar, no sólo a sí mismo y a sus camaradas sino también a los enemigos, que las fuerzas destructoras, por poderosas que fueran, nunca podrían borrar la belleza de la vida."
(Vida y destino, Vasili Grossman)


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