domingo, mayo 17, 2009

GENOVA

Sin aspavientos, sin melodrama, "Genova" nos muestra el paso del tiempo sobre unos personajes que han sido sometidos al rigor de una gran perdida. 

La madre y la esposa muere en un accidente de tráfico en el frio y nevado Illinois. Las hijas y el marido supervivientes deben continuar adelante y lo hacen cambiando el escenario, dejando atrás cualquier cosa que les recuerde a ella. El padre (Colin Firth) es un profesor universitario y gracias a una vieja amiga (Catherine Keener) surje la oportunidad de vivir y trabajar en Genova, bajo el cálido sol del Mediterráneo, que todo lo cura (o asi debería ser si uno ha leído la dósis precisa de versos de poetas griegos), durante un año... pero no es tan fácil olvidar.

En materia de emociones la distancia es relativa. No es posible dejar atrás la memoria como se deja atrás una casa. Los recuerdos siempre nos acompañan y el dolor que acarrean como un campo de fuerza que los energetiza se manifiesta de la misma manera rotunda... Pero, privados de su contexto, de la materia familiar proclive a prender como una yesca, seguramente arden con menos facilidad.

Pero hijas y padre descubrirán que no es tan fácil olvidar... afortunadamente no debe ser asi tanto para bien como para mal...  y no lo es aunque sólo sea para hacer honor al irrecuperable tiempo vivido al lado de esa persona, para hacerlo valer en toda su intensidad de tiempo aprovechado y vivido.

El pasado y el vacío que muestra esa ausencia se harán constantemente presentes y los tres acabarán perdidos en su propio laberinto de dolor y emociones. Un laberinto que adopta la forma de las estrechas callejuelas y callejones del casco viejo de la ciudad ligur donde viven.

Pero será la hija pequeña, que se siente radicalmente culpable de la desaparición de la madre, quién más perdida se encontrará.

Pronto empezará a imaginar, quizá a ver, a la madre... Su fantasma le ha seguido hasta Genova para abrazarla, tranquilizarla y guiarla fuera de ese laberinto. 

Y esa salvación será la de los tres en un emocionante final.

Lo mejor que puede hacer por nosotros la memoria es salvarnos pudiendo siempre hacer lo contrario.... perdernos.

Maravillosa.

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