martes, septiembre 22, 2009

La vileza de nuestros políticos no tiene límite.
Unos lanzan acusaciones de espionaje realizado desde el gobierno hacia la oposición y, con el tiempo, una acusación de semejante gravedad se queda en eso, en palabras que no trascienden hacia el hecho judicial. Lo que muestra el verdadero valor e importancia que quienes pronuncian esas palabras dan a los importantes conceptos vehiculizados a través de ellas.
O bien es mentira, o bien no pueden probarlo, o bien les trae al fresco el verdadero significado de las palabras proferidas.
En cualquiera de los tres casos nadie queda en buen lugar, aunque, y como siempre, se podrá decir lo que se quiera dando mil y una vueltas a las palabras convirtiéndolas en apestosos calcetines viejos.

Otros se convierten en adalid de la lucha de clases faltando al respeto al colectivo de empresarios y obviando el hecho de que el trabajo es una situación social que requiere el concurso de un trabajador y de un empleador de ese trabajador.
No hay trabajo sin ninguno de los dos y el que debiera ser el presidente de todos, una vez más se presenta en la realidad de los hechos como el presidente de una parte.
Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces... En este sentido, está claro que nuestro incapaz presidente del gobierno tiene cualquier cosa menos ese talante del que presumía. Y es posible que Zapatero esté demoliendo el solito el largo trabajo de consenso de la transición enfrentándonos los unos a los otros, situándonos a todos en posiciones maximalistas e irreconciliables... y ni siquiera lo está haciendo por presunta una buena causa... porque no creo que la causa de Zapatero sea la sociedad sin clases ni la III República sino la pura y simple permanencia del funcionario que, por encima de cualquier otra cosa Zapatero es, en su puesto de trabajo... lo que quiere decir, ganar las próximas elecciones, seguir en el gobierno a cualquier precio aunque ya no quede nada que gobernar.

Todo es lamentable.
Los ejemplos son muchos.

Y lo peor es que son nuestros representantes...
¿somos acaso todos nosotros, los representados, tan penosos?

2 comentarios:

  1. Me temo que sí, tan o más penosos que ellos.

    O es que no hay nadie en tus cercanías que te cuente cómo en su empresa o en su relación llueven las peores acusaciones, las descalificaciones más profundas. Mentiras malintencionadas, simples palabras torcidas con la intención de herir, debilitar, confundir.

    ¿Hay algo de verdad en lo dicho? A nadie le importa. Sobre todo porque es probable que el acusado esté demasiado ocupado pensando en su propia lista de acusaciones, más duras, más contundentes que las del adversario.

    Quizá la verdad es una cuestión demasiado inalcazable, pero la justificación?, la prueba?. No, ésas deberían ser ineludibles, incuestionables, imprescindibles.

    Efectivamente, son nuestros representantes.

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