sábado, septiembre 19, 2009

ON THE ROAD, THE ORIGINAL SCROLL

No lo he olvidado.

Hay un momento determinado durante este inmenso viaje que es, en realidad, "On the road" en el que Jack Kerouac reflexiona sobre su país y, más o menos, viene a decir que es un lugar donde todo el mundo hace lo que ellos suponen que los otros esperan de ellos que hagan... o algo así. Siempre escribo de memoria.

Y es este hacer lo que se espera es el punto de partida conceptual desde el que Kerouac construye toda la antitesis de su viaje.

Las sociedades son estructuras organizadas. Se componen de individuos que se agrupan en instituciones y estas, a su vez, son estructuras que organizan determinados aspectos de la vida social para que esta funcione. Todas las instituciones tiene un fin determinado que es útil y necesario para nuestra sociedad... Las escuelas enseñar, la familia criar y socializar, el deporte canalizar la agresividad y entretener, los lugares de trabajo producir, los ministerios administrar... Y para la consecución de ese fin necesitan que los individuos que forman parte de ellas desempeñen un trabajo y este trabajo se estructura en una serie de tareas que son propias de cada posición: el estudiante, estudiar, el maestro, enseñar... Esas tareas componen un rol cuando se asocian para ser desempeñadas por una única persona: rol de padre, rol de maestro, rol de jefe, rol de empleado...

Los individuos como parte del entramado social forman parte de una serie de instituciones, desempeñan una serie de roles que exigen de ellos una serie de derechos y deberes, una serie de responsabilidades si se quiere seguir un determinado camino recto y es aquí donde Kerouac inicia un camino nuevo, desviado, que se aleja de las rectas vias por las que se supone que todos debemos transitar.

Porque, y después de todo, es un dulce y adolescente canto a la irresponsabilidad.

No hacer lo que se espera de nosotros y convertir esos lugares de tránsito, el viaje mismo que une dos puntos en el espacio, puntos que son ocupados por individuos e instituciones, por responsabilidades y obligaciones, en el lugar principal donde estar.

Lo importante es el camino como escribía Kavafis, nunca terminar de llegar para no ser atrapado en la red de derechos y obligaciones que nos convierte en adultos.

Como Keroauc pone en boca de su amigo Neal en otro momento del texto... Se trata de desplazarse por la sociedad, moverse en ella y utilizar sus imperfecciones e intersticios para mantener una existencia heterodoxa basada en la huida de un compromiso que, tarde o temprano, tiene que llegar si uno no quiere cruzar la línea de no retorno y convertirse en un auténtico vagabundo.

Kerouac y Cassidy juegan en esa pequeña franja de sombra que separa lo reparado e lo irreparable piden dinero, trapichean, consiguen lo suficiente para mantenerse intactos, desplazándose abiertos al hecho de la experiencia por si misma, a la realidad del movimiento uniformemente acelerado hacia un horizonte que siempre permanece inalcanzable.

La edición que he leído es el manuscrito original.

Kerouac escribió su libro en un rollo de papel, non stop, sin separaciones entre capítulos ni puntos aparte, buscando que fondo y forma coincidieran y el relato reflejase en el modo en que es contado, la sucesión de experiencias sin pausa que fue ese interminable viaje para él. Lo cual siempre me pareció una idea genial... cosa que he tenido ocasión de comprobar en esta lectura.

Así la vida sucede inagotable, sorprendente convirtiendo cada página es un recodo de ese camino que es un cofre de tesoro en cuyo interior se esconde la riqueza de las nuevas experiencias, sensaciones y personajes que sin saberlo nos esperan.

Además, y con relación a ediciones posteriores, seguramente por exigencias sensacionalistas del guión comercial de las editoriales, las drogas y el sexo no están tan presentes como recuerdo que estaban en otras ediciones del libro.

La historia es más blanca, más adolescente si cabe y el camino es mucho más protagonista. Porque la única pulsión que inspira a los personajes es la del movimiento por sí mismo que implica esa posibilidad de no ser localizados, de no ser atrapados por esa red de derechos y obligaciones que nos hace esclavos de una vida que casi nunca se parece a la que imaginábamos cuando eramos jóvenes y todo era posible, en un camino, marchando o regresando desde cualquier punto.

Holden Caufield nunca se atrevió a hacerlo.

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