lunes, octubre 12, 2009

WHATEVER WORKS

Desde "Match point" (2005), ésta es la película que más me ha gustado de esa máquina de expresarse mediante películas llamada Woody Allen.

"Whatever works" nos cuenta una historia coral sobre las relaciones personales, el amor y el desamor, en la que el personaje de Boris Yelnikoff (un divertido Larry David) cumple la función de maestro de ceremonias. A través de él accederemos al resto de personajes, poco a poco, conforme la película avanza y se convierte en una agridulce, bastante convencional y relativamente divertida historia de encuentros y desencuentros en la que el sentido de la vida está constantemente presente, y casi nunca como una presencia agradable.

Los chispeantes e inteligentes diálogos y algunas divertidas situaciones enmascaran un planteamiento conceptual pesimista y amargo sobre el resultado final de la mecánica general de las cosas, llegando a hacer que incluso el público ría en momentos en los que quizá lo más adecuado fuese llorar.

No en vano el titulo, "Whatever works", resume un poco una cierta política de mínimos en lo que se refiere a la felicidad, política que en opinión de Yelnikoff debe ser adoptada conforme el tiempo pasa y la vida avanza para hacer posible eso que llamamos "felicidad". Una suerte de nihilismo emocional que debería llevarnos a aceptar las cosas tal y como nos vienen y disfrutarlas sin pensar que pudieran ser mejores... porque en cualquier momento pueden terminar.

Pese a las risas que la historia pueda arrancar de los espectadores, la historia destila un perfume amargo y desencantado que el carácter agrio de un Yelnikoff de vuelta de lo mejor de la vida, encarna en fondo y forma, convirtiéndose en uno de los principales atractivos de la historia...

Para Allen, la superficie sobre la que descansa toda felicidad es leve y quebradiza. Algo así como ese cielo protector del que nos hablaba Paul Bowles en su novela del mismo titulo... un engañoso azul que nos protege de la visión del inmenso abismo negro que se esconde siempre amenazador, un espejismo que sin embargo no podemos dejar de mirar.

"Whatever works" resulta entretenida y, de todo modo, continúa en la línea nihilista que, de manera más dramática, el director neoyorkino perfilara con "Match Point" si bien cambiando el grave tono melodramático, sinfónico, de ésta por, y como ya he comentado, un registro más leve, de cámara, como de cuento moral con "dry humour" en la línea de Eric Rohmer o de peliculas como "Sonrisas de una noche de verano" de uno de sus grandes referentes: Ingmar Bergman.

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