viernes, noviembre 13, 2009


















EL VACÍO Y LA NADA

El físico español Álvaro de Rújula, integrante del famoso Laboratorio de Física de Partículas, más conocido como CERN, dió en la Fundación Areces una interesante y entretenida conferencia a este respecto.

El objetivo de la intervención fue presentar el panorama de las investigaciones físicas actual haciendo patentes los límites de la misma y allí es dónde aparece el concepto de vacío que para Rújula en absoluto es la nada.

Por lo visto, ciertas partículas obtienen su masa de la fricción con eso que llamamos vacío. Así, el vacío no es la nada sino algo contra lo que las partículas chocan produciendo una energía que, no me preguntéis cómo, se convierte en masa.

Interesante.

Vaya por delante que solamente soy simpatizante de la física y que mi relación con la misma es similar a la que mantengo con la poesía. La leo, sin entenderlo todo, a la espera de hallazgos que me lleguen y en la conferencia de Rújula hubo material suficiente para sentir un par de esos deslumbramientos.

Es curioso pero, tanto hacia arriba como hacia abajo, en el espacio de las galaxias y en el espacio de las partículas, siempre hay un algo indeterminado cuya sombra se intuye para responder las preguntas que nos suscita la última respuesta encontrada y es éste el principal atractivo que la exposición de Rújula tuvo para mi.

Y es aún más curioso que, a mi entender, los últimos avances de la física tengan mucho que ver con las primeras respuestas que el ser humano se dio cuando empezó la interminable y sisífica tarea de comprender el mundo que le rodea.

En la antigua Grecia, los albores del conocimiento tanto desde el punto de vista filosófico como el directamente científico, se inician con los llamados filósofos presocráticos ciudadanos de polis situadas en las costas egeas de Asia Menor como Mileto o en la Magna Grecia (lo que hoy es la peninsula italiana) como Elea... pero curiosamente no en la Grecia continental.

Tales, Anaximandro o Anaximenes en Mileto, Zenón en Elea, Pitágora en la isla de Samos o Heráclito en Éfeso (también en las costas egeas de Asia Menor) buscaban la explicación de todas las cosas en un "algo" que llamaban Arjé... el primer principio de todas las cosas.

Para algunos era el fuego, para otros el agua, para otros el aire y, lo que es más interesante, para Anaximandro, el arjé es una abstracción que él llama Apeirón, lo indeterminado, lo ilimitado. Siempre he pensado que ese concepto de Anaximandro es la abstracción y condensación en una sola palabra de la problemática de la ciencia. Es decir, siempre hay una indeterminación fundamentando y explicando aquello que acabamos de conocer o, lo que es lo mismo, la habitación cuyo interruptor de la luz acabamos de encontrar siempre nos conduce a otra habitación que permanece a oscuras para nosotros.

Ese vacío que pensamos que está vacío en realidad no lo está. Simplemente, aún no hemos descubierto lo que hay, ese Apeiron momentáneo que explica la masa de ciertas partículas elementales.

La verdad está en los presocráticos, una verdad interesante en el sentido de que el principio último que explica las cosas siempre estará oculto convirtiendo a la ciencia en un interminable proceso asintótico de aproximación imposible a ese final... porque quizá, y para tener ese conocimiento total y absoluto de las cosas, sea necesario estar fuera de ellas... cosa imposible de todo punto porque estamos presos en el espacio y en el tiempo que son a prioris que fundamentan nuestra propia experiencia de las cosas como bien escribía Kant en su "Crítica de la razón pura".

Sabemos mucho... bastante en lo que se refiere a poder utilizar el mundo y sus cosas para nuestros fines, bastante poco en lo que respecta a lo que existe más arriba en el espacio y más abajo en la materia.

Las preguntas nunca terminan y el vacío es el lugar donde nacen, la madre de todas las placentas, y por eso el vacío nunca jamás será la nada... siempre habrá un algo ahí esperando a que seamos capaces de verlo.




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