miércoles, diciembre 02, 2009













THE ANDERSON TAPES

Las películas de atracos perfectos son uno de mis géneros favoritos.

En este género un grupo de tipos, especializado cada uno de ellos en una parte esencial del trabajo que compone el perfecto plan, son reunidos por el cerebro organizador, a quién corresponde la autoria del plan, para conseguir el objetivo, siempre complicado, a veces imposible, de dar el gran golpe, el "big heist" como dicen los americanos.

En algunos casos, el gran golpe es la línea recta, la distancia más corta que separa a los ladrones de sus sueños y deseos personales, en otros casos se trata de un nuevo reto profesional para el plantel de expertos, en otros es una pura y simple venganza, pero siempre, y en todos ellos, se desarrolla la liturgia del plan perfecto, su definición y desarrollo siguiendo siempre una sincronización y un "timing" justos pero también delicados.

De algún modo, ese plan perfecto es el órdago que el genio racional y calculador del ser humano plantea a la irracionalidad caótica de la vida. Las películas de "big heist" oponen el orden racional del plan al azaroso caos de la vida cotidiana y forma parte del suspense de la propia historia el modo en que ese orden se mide constantemente contra ese caos.

Y siempre esa capacidad de ordenación y control, esa voluntad organizadora encuentra un límite que convierte a ese plan en imperfeto. Siempre sucede un imprevisto, algo falla en el minuto siguiente. Adelantos, retrasos, apariciones, desapariciones suceden para complicar un suspense que inicialmente está basado en el ritmo y el timing.

Y casi nunca hay planes perfectos y no precisamente porque el criminal merezca un castigo. El problema no es de orden moral sino de orden metafísico... El plan perfecto es imposible porque el intelecto humano es incapaz de procesar las infinitas variables que constituyen el futuro. El plan perfecto siempre es una predicción con mayor o menor porcentaje de error, pero, y sin embargo, por nuestra naturaleza, necesitamos planear, definir un objetivo, organizar nuestras conductas y habilidades, dividir el trabajo, conseguir las mayores garantías para la consecución de esa finalidad... y esperar siempre lo inesperado mientras la sombra del fracaso se alarga y alarga hasta amenazar con rozarnos.

De esta tensión esencial extrae este género la riqueza de su atractivo. El mejor de los hombres, ese "criminal mastermind" que es todo inteligencia, intuición y racionalidad, se ve sometido a las más grandes de las pruebas: el control del futuro, su conversión progresiva en un presente deseado y esperado bajo la forma del objetivo conseguido.

Y es un héroe siempre... idealizado y apolíneo cuando triunfa, humano y trágico cuando fracasa... porque, y de algún modo, su propósito es un imposible extremo, la dramatización de una tendencia esencial y propia de la naturaleza humana: controlar el presente y el futuro, dominar la realidad y someterla al dictado de la propia voluntad, del deseado propósito.

Rodada en 1971 y dirigida por Sidney Lumet, "The anderson tapes" es un magnífico ejemplo de este género.

En ella y recien salido de la cárcel, , Duke Anderson (Sean Connery) planea el más ambicioso de sus golpes: desvalijar el lujoso edificio de apartamentos neoyorkino donde vive su novia (Dyan Cannon) .

He leído en la crítica que Roger Ebbert hizo a la película que el libro de Lawrence Sanders en que se basa estructuraba la narración en el uso de diferentes grabaciones y filmaciones tomadas a los implicados de forma fragmentaria, en diferentes investigaciones de las que eran objeto, para construir la trama como un puzzle tal y como refleja el propio titulo de la película. Sin duda este aspecto no se refleja bien en una historia que constantemente hace referencias al espionaje electrónico sin que en ningún momento se le de sentido dentro del relato. Así, resulta una presencia incomprensible e injustificada (si uno no conoce la novela) que perjudica el desarrollo de la historia de una forma innecesaria.

No obstante, y pese a esta fallida traslación, "The anderson tapes" resulta una película de atracos interesante y atractiva, probablemente de las mejores y más representativas del género, que se sigue en todo momento con atención.

A destacar que supone el debut ante las cámaras del fantástico Christopher Walken.

Estupenda.

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