jueves, diciembre 31, 2009














Ha muerto Iván Zulueta y, ahora mismo, recuerdo que lo mejor que se podía decir en los ochentas de "Arrebato", su magnífica obra cumbre, es que no parecía española.

Por encima de sus problemas con las drogas, la figura de Zulueta es la reivindicación de un personaje imposible en este país, la del creador libre y sólo fiel a sí mismo en un país que constantemente pide ponerse las cadenas de las dos españas (siempre con minúscula). Un miembro más de ese territorio leve y frágil que es la república de la tercera españa (la buena) que, y parafraseando al poeta Blas de Otero, vive siempre con el corazón helado.

Coherente con su esencia, "Arrebato" sigue ahí, al margen pero vigente con su contenido provocador y brillante que es una continúa y estimulante fuente de ideas y discursos sobre el ser humano y la relación con las imágenes que produce.

Mezcla de formatos, mezcla de géneros, reflexión poética y semiótica sobre la verdadera naturaleza de las imágenes... Han pasado casi treinta años y, para "Arrebato" sigue siendo hoy.

La inquietud que transmite es eterna.



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