miércoles, diciembre 16, 2009

"Haidar lamentó que las potencias mundiales ejerzan sobre ella múltiples presiones para concluir su huelga de hambre "que deberían ejercer sobre Marruecos", al tiempo que se mostró determinada a continuar su protesta.

"Mi resolución es firme. Me he dado cuenta desde que he comenzado esta huelga del predominio de los intereses económicos. Éstos últimos son decididamente superiores a los ideales sagrados de los derechos humanos", dijo, aunque añadió que mantiene una "total confianza" en la solidaridad internacional."

Las verdaderas victimas en este mundo nuestro son las que nada pueden poner sobre la mesa en una negociación en que sólo importa lo que se puede recibir, lo que se puede ofrecer. Ante éso, presuntas verdades basadas en derechos e integridades nada tienen qué hacer. Mientras los saharauis no encuentren petróleo o la cura contra el cáncer o el mismo cuerno de la abundancia, su causa será siempre una causa perdida. No tendrán nada que ofrecer, con lo que interesar a un mundo en el que, se diga lo que se diga, sólo importa lo material y que sostiene su complicado equilibrio en una intrincada trama de intereses creados o por crear.

Las ideas y las palabras que las vehiculizan siempre vienen luego, después del banquete, cuando los estómagos están llenos y con los mismos efectos calmantes y tranquilizadores de un gran puro o una copa de cognac, sostenernos civilizados en nuestra animal digestión de todo lo devorado.

Las cosas no han cambiado en lo que para algunos era el fin de la historia. Al cambio, un ideal moral que se vive como una incontrovertible verdad sigue valiendo bien poco comparado con

Es triste comprobar que la verdadera lógica que sostiene el funcionamiento de las cosas puesta en evidencia por gestos extremos como el de Haidar sigue siendo la misma de siempre, la de los intereses creados, y también me resulta mucho mas triste comprobar que personajes tan presuntamente románticos como Haidar acaban igual de desesperados con su destino de perdedores, lo suficientemente desesperados como para poner sobre la inflexible balanza de transa el pesado hierro de su propia vida.

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