jueves, diciembre 31, 2009














MAL DÍA PARA PESCAR

Durante una época de mi vida leí mucho a Onetti, casi todo y nunca demasiado. Me acompañó durante la adolescencia con su romántico pesimismo ante el sinsentido de la vida, que era el sinsentido de Santa María, su especial región, el kantiano a priori espacio-temporal donde sucedían todas sus historias, largas y cortas, en las que, curiosamente, todo estaba escrito.

Los días pasan y unos escritores reemplazan a otros en el tiempo del lector, pero los importantes siempre permanecen en el recuerdo como viejos amores... Conrad, Sheppard, Greene, Dostoyevsky, Capote, Scott Fitzgerald, García Márquez... y Onetti, por supuesto.

"Mal día para pescar" se basa en uno de sus cuentos cortos. En ella dos estafadores llegan a Santa María dispuestos a organizar un combate amañado de lucha libre entre el campeón del mundo Jacob van Oppen (Jouko Ahola) y algún valiente local. El Príncipe Orsini (Gary Piquer), manager de van Oppen y organizador, se encargará como siempre que la victoria de su luchador se produzca, pero en Santa María las cosas no le resultarán tan fáciles.

Y es una película correcta, pero incapaz de transmitir en toda su intensidad lo descarnado de la situación que la historia plantea.

"Mal día para pescar" resulta demasiado fría y confía demasiado en las capacidades de Gary Piquer como actor, que son limitadas y en absoluto le colocan en disposición de cargar con la película a sus espaldas. Su interpretación resulta demasiado débil y transparente, plana y sin matices, siempre en el mismo registro "yo soy Orsini" y como confiando demasiado en la apariencia física a la hora de componer un personaje que exige más trabajo y verdad en su constante ejercicio de la mentira.

La película se resiente porque descansa sobre un Orsini sin carne ni sangre, que no siempre resulta creíble en su confusión de interpretación con figuración y que siempre resulta patético incluso cuando le miran aquellos a los que quiere engañar.

No basta con parecerse al personaje para interpretarlo. Hay que entenderlo. Vivirlo. Y el Orsini al que Piquer presta voz y apariencia con corrección, pero sin talento, carece del magnetismo que merece y que es necesario para que la historia prenda verdaderamente porque a través de él, en la interacción, suceden los restantes personajes.

Aceptable.


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