martes, enero 19, 2010

La ciudad está llena de oficinistas
que, llevados por la desesperación de su anémico desear,
despedazan la frágil naturaleza esquiva
del propio objeto de su deseo,
en un abrir de ojos, casi sin quererlo,
como un niño revienta un globo de tanto abrazarlo,
y atónitos quedan con la nada helada del aire entre las manos
mientras los pedazos caen como hojas muertas
sobre el duro suelo.

2 comentarios:

  1. Qué bien descrita esa nada...

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  2. La nada es como el vacío... que no está vacío. Por lo menos hay una pregunta...

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