martes, febrero 16, 2010

Además de la difícil orografía que complica que la tecnología occidental procese y degluta al enemigo como sucedió en las guerras de Irak, uno de los grandes problemas que presenta el conflicto de Afganistan es el hecho de que los talibanes se confunden con la población civil sin que, en algunos casos, no exista diferencia entre uno y otro.
Teniendo en cuenta ésto, no entiendo el énfasis que se está poniendo desde ciertos periódicos de nuestro país en las bajas civiles que están sucediendo dentro de una situación de conflicto en que, por sus propias características, las probabilidades en que estas se produzcan son mayores...
Es jugar con ventaja, supongo, en favor de inconfesables intereses de mecánica política interna que, con toda seguridad, nada tendrán que ver con informar a sus lectores.
Mi mente calenturienta deduce unos cuantos... Por ejemplo, intentar estigmatizar y manchar un conflicto en el que el gobierno de nuestro becario Zapatero se ha metido hasta las trancas buscando que no sea menos, en cuanto a sombras, que la guerra de Irak
Todo vale, aunque se esté manchando una guerra que, como todas tendrá sus inevitables sombras, pero que, y en todo caso, resulta necesaria. Afganistán es la puerta de Pakistán. El mundo se puede permitir un Afganistán desequilibrado y talibán, pero no un Pakistán, potencia nuclear de verdad, dirigido por unos cuantos clérigos dispuestos a declarar una guerra santa cada día... por no hablar de un gobierno con veleidades terroristas al estilo Gadaffi.
De hecho Pakistán es ya el problema, porque la guerra de Afganistán forma parte de un conflicto mayor que se libra en dos frentes: uno, el interno y silencioso, como corresponde con una dictadura militar, que libra el gobierno del general Musharraf y otro el externo y conocido, que se libra en Afganistán, tratando de construir un país estable y luchando contra los que pretenden desestabilizarlo.
Los talibanes no distinguen fronteras y se mueven libremente entre Afganistán y Pakistán. Y hasta ahora había sido más fácil para ellos aparecer por Afganistán que por un Pakistán donde la represión debe ser tremenda como se corresponde con los modos y las formas de una dictadura.
El objetivo es intentar aplastar a los talibanes contra la pared de un Pakistán que debe continuar duro y firme, lejos de cualquier aventura islamista. Y generar un espacio y un tiempo suficientes como para generar un Afganistan lo suficientemente fuerte como para poder lidiar con unos talibanes que, mientras Pakistán se mantenga estable en su rocosa dureza, siempre tenderán a querer aparecer por el lado más débil.
El objetivo es generar un circuito cerrado de conflicto que, por un lado, ayude a la estabilidad de Pakistán y, por otro, no requiera del esfuerzo occidental para mantenerse porque la existencia de los talibanes será inevitable.
No olvidemos que, espalda con espalda, Pakistán tiene a la India, otra potencia nuclear y ambos, además de ser infieles, dirimen un eterno conflicto por la zona norteña de Cachemira. Otra ficha más del dominó geoestratégico de la zona.
Y, por si esto no fuera poco, Pakistán además es un balcón por el norte a la salida del estrecho de Ormuz, la puerta por la que sale todo el petroleo del golfo pérsico.
No es ninguna tontería lo de Afganistán y, si uno lee ciertos periódicos, los soldados de los ejércitos que están luchando allí parecen dedicados única y exclusivamente a matar civiles por error.

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