lunes, febrero 22, 2010

SHUTTER ISLAND

No me convence "Shutter Island".

Supongo que debe ser de esas películas que se comprenden mejor la segunda vez que se ven. Imagino que uno podrá entonces, y sabiendo lo que sabe, descubrir la distancia que separa la delirante ficción que vive el Marshall Daniels (Leonardo di Caprio) y la mentira que representan ante él todos y cada uno de los personajes que le salen al paso en la realidad de su investigación o en sus atormentados sueños.

"Shutter Island" nos cuenta la historia de dos agentes del FBI que acuden a un psiquiátrico construido en una isla cercana a las costas de Nueva Inglaterra para investigar la misteriosa desaparición de uno de los pacientes. La opresiva atmósfera del lugar y las ocultas intenciones de Daniels terminarán orientando el relato hacia un progresivo enloquecimiento que culminará en un no demasiado sorprendente giro final.

Para mi gusto, la retorcida estructura narrativa de "Shutter Island" era más apropiada para un director tan complejo y oblicuo como David Fincher. Y hasta cierto punto, la película nos cuenta la historia de un personaje de Scorsese metido en el desesperante laberinto de una película de David Fincher.

Es complicado mostrar en el cine un delirio total. Después de todo, el cine muestra al personaje dentro de un entorno que reacciona ante él, que parece real puesto que el cine necesita un efecto de realidad para funcionar. Y es difícil transmitir que lo que el espectador ve/espía cómodamente sentado en su butaca tiene una doble faceta. Por un lado, es imaginado por el protagonista y por otro es real. Y en este sentido la película tienta demasiado su difícil suerte desarrollando una investigación demasiado larga en la que lo imaginado y lo real se confunden en la mente del protagonista y también en la mirada del espectador.

Además ese nivel confuso de lo denotativo, lo que las imágenes muestran, se complica introduciendo un segundo nivel, directamente irreal y alucinatorio, que, de forma inevitable y directa, confiere a ese nivel primero un inmediato efecto de realidad. Algunas de las cosas que Daniels ve se muestran claramente al espectador como alucinaciones mientras que otras, mas cotidianas, no son mostradas como tales (aun siéndolo). La presencia de estos dos niveles narrativos es excesiva. Entre engaños y autoengaños la película no muestra nada real si bien, y por circunstancias esenciales del modo en que la historia está contada, uno de los niveles deviene en inevitablemente real por comparación con el otro.

Y en este sentido, "Shutter Island" es una especie de viaje en avión en el que el espectador debe dejarse llevar abandonando toda posibilidad de entender lo que está sucediendo, aunque intuya que algo que no es normal sucede en torno a Daniels. Lo único que le queda es renunciar a la interpretación y fascinarse o sobrecogerse con la atmósfera extraña que Scorsese recrea en torno a las andanzas de Daniels por toda la isla. Esperando que el avión tome tierra.

Y todo esto estaría bien si la toma de tierra no fuese demasiado brusca, un giro argumental demasiado rápido (y que resulta un tanto irreal para un espectador que desconfía ya de cualquier imagen) para una historia que, y para más inri, parece empezar ahí, justo cuando la película parece terminar. Demasiado rápido y también demasiado decepcionante porque hay una explicación para todo, una explicación lógica para algo que el espectador no ha podido entender perdido en un confuso salto entre niveles de realidad e irrealidad.

Una vez que el espectador conoce el por qué de todas las cosas, la fascinación desaparece reemplazada por otra, la que siente hacia un Daniels que hace lo que hace por una buena y estupenda razón cuyo desarrollo le deja con la miel en los labios. Un personaje que dice que prefiere vivir como un monstruo a morir como un hombre, y que lo dice donde lo dice, bien merecería veinte minutos más de película que perfectamente se podrían restar de un previo crescendo de visitas y situaciones que resulta demasiado reiterativo.

Para mi gusto, "Shutter Island" se recrea demasiado en la primera parte de una historia llena de interés. Sólo se queda en las puertas de la locura, la vemos asomados a la ventana en que se convierte la pantalla y, mientras uno no lo sabe, la película tiene un innegable atractivo que, poco a poco, va volviéndose en su contra conforme el espectador descubre que ofrece muchísimo menos de lo que podría dar de si. Cuando ve marchar a Daniels y decide no seguirle. Decide terminar quedándose en la maldita superficie de las cosas, justo cuando la verdad que motiva la conducta de Daniels apenas es vislumbrada.

"Shutter Island" parece más preocupada en inquietar al espectador recurriendo a impresionarle con modos y formas que recurriendo a un contenido. Después de todo, y al final, Daniels sigue en sus trece. No cambia. Ha pasado otras veces por esa situación y lo único que diferencia a ésta es su carácter extremo y como teme el Doctor Cawley, quizá no sirva para nada. Como así sucede. Las razones de esa persistencia que es la madre de todo lo que hemos estado viendo quedan fuera. Son otra historia.

Amaga y amaga... pero nunca termina de dar.


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