domingo, marzo 21, 2010

ALEXANDER NEVSKY

Eisenstein nunca fue un personaje cómodo para el estalinismo.

Formaba parte del variado y discrepante ámbito ideológico que, poco a poco, Stalin, fue aplastando hasta imponer el monolítico culto a sus decisiones y a su personalidad. Y en este sentido, Eisenstein era un intelectual independiente que en más de una ocasión entró en conflicto con ese creciente monolitismo que, por ejemplo, le obligó a reescribir la historia eliminando al Trotsky ya caído en desgracia de todos los planos de su "Octubre".

Tras dar lo mejor de sí mismo por la revolución en aquello que mejor sabía hacer, rodar películas y montarlas, Eisenstein tomó la decisión de salir de la Unión Soviética para estudiar la tecnología del cine sonoro. Seguramente era la mejor excusa para abandonar una Rusia que se estaba volviendo peligrosa.

Esa curiosidad terminó llevándole a Hollywood donde intentó algún proyecto cinematográfico que el antecesor del Comité de Actividades Anti-americanas terminó echando por tierra por considerarle demasiado vinculado al activismo comunista.

Sospechoso para los americanos, Eisenstein tuvo que volver a su país donde también resultaba sospechoso tanto por su pasado discrepante como por su viaje a los Estados Unidos. Y como consecuencia de ello todos sus proyectos fueron censurados hasta que la administración estalinista le ofreció rodar "Alexander Nevsky" bajo la tutela política de Dimitry Vasiliev que figura en los créditos junto a Eisenstein como director.

"Alexander Nevsky" es una epopeya patriótica que rescata de la historia medieval la victoria que los rusos tuvieron contra los germánicos caballeros teutones. Rodada en 1938, momento de máxima agresividad política del nazismo por toda Europa Central incluyendo la ocupación de los Sudetes, la historia de este príncipe ruso era perfecta para que, a propósito de ella, el estalinismo desarrollara un discurso patriótico de agrupamiento ante el enemigo alemán.

Y en este sentido "Alexander Nevsky" es un trabajo de encargo, una maniquea historia de buenos y malos en la que Eisenstein pone todo su talento al servicio de la propagando estalinista. El resultado es una película épica que, cuando consigue liberarse de las inevitables rigideces discursivas de la propaganda soviética, resulta interesante por si misma, por cómo cuenta lo que quiere contar brillando el talento de Eisenstein para la composición de imágenes llenas de significado, que hablan por sí solas, sin necesitar el sonido para transmitir un sentido que siempre está ahí, sonando de forma silenciosa en las miradas del público.

El resultado curiosamente no es nada emocional. Es tan frío y preciso como la idea que seguramente pensó por primera vez la posibilidad de esta película.

Los personajes no son individuos, sino arquetipos que desde su carácter apolíneo de modelos de perfección (o imperfección en el caso de los caballeros teutones) vehiculan actitudes y posicionamientos claramente ideológicos. Meras figuras cuya presencia suma de cara a la concreción de un determinado paisaje. Como un icono que presenta de forma estilizada el concreto mensaje... El esfuerzo y los sacrificios de los patriotas son adecuada y justamente recompensados con la aplastante derrota del invasor.

Puro cine político... del bueno.

Interesante.

2 comentarios:

  1. A este le pasó como a otros muchos que dieron de comer al bicho hasta que se hizo enorme, y casi acaba devorándolos (o sin casi). Es lo que tienen los totalitarismos, al principio pueden parecer atractivos, pero siempre resultan afixiantes.

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  2. Bien visto, Manu... Después de Alexander Nevsky le fue mucho mejor... Orden de Lenin al canto, documentales patrióticos y las dos pelis de Ivan El Terrible

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