jueves, marzo 04, 2010

"Los niños conocen el cuento del rey Creso a este propósito: habiendo sido hecho prisionero por Ciro y condenado a muerte, en el instante mismo de la ejecución, exclamó: «Oh ¡Solón! ¡Solón!» Noticioso de ello Ciro e informado de lo que significaba, hizo comprender a Creso que a expensas suyas comprendía la advertencia que Solón le había hecho en otro tiempo, o sea: «que cualquiera que sea la buena fortuna de los hombres, éstos no pueden llamarse dichosos hasta que hayan traspuesto el último día de su vida», por la variedad e incertidumbre de las cosas humanas, que merced al accidente más ligero cambian del modo más radical."
(Ensayos, Michel de Montaigne)

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