jueves, marzo 11, 2010















Me gusta el titulo que José Samano pone a su crónica de la debacle madridista frente a los franceses del Olimpique de Lyon... El futbol no tiene precio.

Y en parte es cierto.

El fútbol no tiene precio como no lo tiene ninguna cosa desde la perspectiva de esperar que única y exclusivamente pueda ser comprada con dinero. Y en el fútbol, como en todo, hay determinados aspectos que, por mucho que nos empeñemos, no pueden ser comprados con dinero.

La realidad o lo que quiera que sea aquello que está frente a nosotros y contra cuya superficie nuestra voluntad choca es siempre tozuda y reparte éxitos o fracasos con una distante ciega displicencia que parece haber copiado de la diosa Justicia.

Y anoche sucedió un nuevo episodio de ese eterno reparto.

El supergalactico Real Madrid de los 250 millones de Euros fue apeado de la máxima competición europea, esa que parece pertenecerle, por un equipo en horas bajas cuyos jugadores y técnico supieron jugar desde el impuro barro de su despreciada condición de goleables a su homónimo olimpo madridista.

Es cierto que el Real Madrid pudo irse en la primera parte con tres goles a favor y sentenciar la eliminatoria... pero no lo hizo. Quizá la suerte sea otra de las cosas que no puede comprarse con dinero como tampoco la eliminación de los errores humanos y fue un error por parte de su entrenador, Manuel Pellegrini, no entender el movimiento táctico de doble pivote que el entrenador francés presentó en la segunda parte para contrarrestar el aluvión de juego no cuajado en goles de los madridistas.

Esas dos cosas no pueden comprarse con el dinero de su presidente, Florentino Pérez, un constructor cuya fortuna encuentra sus raíces en la España inmobiliaria, clientelista y del pelotazo y que, del mismo modo que en su vida profesional, cree que poniendo dinero sobre la mesa hasta rebosarla para comprar jugadores es suficiente.

Recuerdo a Ramón Mendoza, ex-presidente del Real Madrid, decirle con su socarronería de tahur del Mississipi algo parecido a Pérez cuando éste empezaba a probar sus fuerzas como candidato a la presidencia del Real Madrid. Y el viejo Mendoza ha acabado teniendo razón... seguramente por casualidad.

El pelotazo y el dinero no lo son todo.

Hace falta un esquema de juego al que deben adaptarse los jugadores, elegir a los más mediáticos dentro de las necesidades de ese esquema, que sea el director deportivo y no el de Marketing quién aconseje los fichajes, reforzar la posición del entrenador sin desautorizarle... y también dinero... pero no por sí mismo, sino como medio para alimentar de la mejor manera posible otros fines.

Y no se engañen, pese a su comedida apariencia Pérez se parece mucho más de lo que los sentidos nos aconsejan al constructor que Javier Bardem interpreta en la película "Huevos de Oro".

La España del pelotazo que creía poder comprar el éxito a golpe de recalificación y talonario aun no ha muerto... Todavía queda el Real Madrid de Florentino Pérez que es tan de trazo grueso como esa inmensa Marina D'Or que asoma sin pudor sus deslumbrantes lentejuelas y brillos de pan de oro a las milenarias aguas del mar Mediterráneo.

El mar no tiene precio... O por lo menos no puede ser comprado de cualquier manera... Lo mismo le pasa al fútbol.

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