sábado, abril 03, 2010










THE WEST WING

Termino de ver la séptima y última temporada de "The west wing" y si hay algo que tengo claro es que se trata de una obra monumental, una de las mejores series de la mejor época que este género ha vivido en la historia de la ficción en televisión.

Y no sólo por el interés y emoción de las historias, por la profundidad y atractivo de los personajes, por la calidad de la puesta en escena, sino también por la idea que representa. Porque el principal atractivo del "Ala Oeste" es habernos mostrado durante siete temporadas la maravilla de la política, de la gestión de la cosa pública, cuando es llevada a cabo por aquellos que en verdad son los mejores de nosotros. Y en este sentido, los personajes resultan demasiado perfectos, demasiado buenos y el exceso, como apunté en algún post anterior, me produce un cierto rechazo. Pero tengo que reconocer que ese rechazo debe quedar subsumido bajo el peso de un bien mayor, el sentido moral del DEBER SER.

No hay sistema que funcione sin personas de calidad que los hagan funcionar. Individuos que de forma natural actúen como el inagotable libro de la teoría exige que hagan, incluso una vez se ha cometido el error.

Las sociedades no sólo necesitan palabras, sino también y fundamentalmente ejemplos, acciones que encarnen esas palabras y las conviertan en la verdad que ya eran antes, aunque sólo de forma potencial.

Ninguna palabra es real hasta el momento que, de una forma u otra, se convierte en hechos que la respaldan. Y en este momento siempre recuerdo la frase que pronunciaba el viejo Jean Marais en la pelicula de Bernardo Bertolucci "Belleza robada"... "No existe el amor, sólo actos de amor". No existen palabras con valor si no hay acciones que las respaldan ni tampoco acciones que merezcan la pena si el sentido de unas palabras pronunciadas no las respalda.

Todo lo demás es ruido y furia, el animal humano tomando posesión de nuestro actuar en el mundo.

Como escribe Aristóteles:

"Y la razón por la que el hombre es un animal político (zôon politikón) en mayor grado que cualquier abeja o cualquier animal gragario es evidente. La naturaleza, en efecto, según decimos, no hace nada sin un fin determinado; y el hombre es el único entre los animales que posee el don del lenguaje. La simple voz, es verdad, puede indicar pena y placer y, por tanto, la poseen también los demás animales -ya que su naturaleza se ha desarrollado hasta el punto de tener sensacones de lo que es penoso o agradable y de poder significar esto los unos a los otros-; pero el lenguaje tiene el fin de indicar lo provechoso y lo nocivo y, por consiguiente, también lo justo y lo injusto, ya que es particular propiedad del hombre, que lo distingue de los demás animales, el ser el único que tiene la percepción del bien y del mal, de lo justo y lo injusto y de las demás cualidades morales, y es la comunidad y participación en estas cosas lo que hace una familia y una ciudad-estado."
(Política, Aristóteles)

La verbalización de lo que es justo o bien no conlleva otra cosa que su realización. Y la política no es otra cosa que la gestión de lo social desde esa perspectiva de lo que se considera bueno y correcto.

Nada más importante ni más sagrado... al menos en su teoría que luego la realidad llega siempre con sus apremiantes imperfecciones que jamás nos hacen estar a la altura.

Pero los ejemplos deben existir en su inalcanzable condición apolínea y "The west wing" no hace otra cosa que mostrarnos personajes empeñados en la realización de lo que cada uno de ellos considera correcto, idealizando,en un mundo donde cada vez se toman con distanciamiento cínico más cosas, uno de los aspectos más esenciales para su gestión.

Y la política por encima de un puesto de trabajo es una vocación y un servicio. Concebirla como un trabajo más y pensar que el político es uno más entre nosotros es otro síntoma a añadir al cuadro clínico de nuestra decadencia como sociedad.

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