sábado, mayo 22, 2010















LA SOLEDAD DEL CORREDOR DE FONDO

A finales de la década de los 50 y principios de la década de los 60 del siglo pasado, empezando por Francia y continuando en mayor o menor medida por el resto de cinematografías de los países desarrollados, una nueva generación de cineastas jóvenes enfrentaron el cine como medio de expresión artística con una mirada nueva.

Las innovaciones técnicas como las cámaras de 16 milímetros o las películas más sensibles liberaron al cine de un peso mecánico que lo relegaba a la cuadratura de un estudio o, cuando salía al exterior, terminaba convirtiendo ese paisaje en un controlado estudio. Por aquella época empezó a ser posible rodar con poca gente, con cámara al hombro y con la luz natural. De algún modo, la cámara empezó a convertirse en una pluma que una persona en concreto podía usar para escribir su historia sobre la sensible emulsión química.

El resultado fue un cine de autor caracterizado por la rapidez y la espontaneidad, un cine "be bop" en el que fondo y forma coincidían ya que en sus historias los protagonistas se convertían en auténticos abanderados de una propia libertad, de un modo propio de hacer las cosas que casi siempre consistía en la búsqueda del sí mismo y la consiguiente y adolescente entrada en conflicto con las restricciones de una sociedad llena de prohibiciones.

No en vano el Antoine Doinel de "Los 400 golpes" corría hacia el mar o el Michel Poicard de "El final de la escapada" también corría por un maravilloso París fotografiado en blanco y negro por Raoul Coutard hasta literalmente caer muerto. Y el protagonista de "La soledad del corredor de fondo", un magnífico Tom Courtenay, también corre.

Dirigida por Tony Richardson en 1962, "La soledad del corredor de fondo" es la película que inaugura el movimiento del "Free cinema", equivalente británico de la "nouvelle vague" francesa. De todo modo, Smith, su protagonista, es una réplica de Poicard y Doinel. Un joven en conflicto consigo mismo y la sociedad que le rodea y se le impone mediante la violencia de una norma que ciegamente impone un orden establecido.

Y también como Doinel y Poicard, la necesidad de encontrar su propio camino lleva a Smith a colocarse en la ilegalidad lo que le lleva a un correccional donde sus cualidades como atleta serán el punto a través del cual el sistema tratará de utilizarle/integrarle.

La película presenta dos líneas narrativas que se superponen: por un lado, la narración de las circunstancias que llevan a Smith al correccional y por otro, la vida de éste en la institución. El punto en común de ambas es la persona, la profunda resistencia de Smith a aceptar lo que los demás aparecen asumir sin rechistar, la absoluta ambición de su individualidad por ser de otra manera, en definitiva una actitud conflictiva que enmascara la vulnerabilidad de un sujeto a la búsqueda de un sentido y que sólo parece ser capaz de encontrar esa definición a través de la negatividad, del rechazo de todo lo que ve y no comparte.

Esa actitud vivida hasta el extremo será el principal detonante de un maravilloso final en el que Smith, en un alarde de individualidad máxima y extrema, se suicidará socialmente rechazando continuar corriendo una carrera que ya tiene ganada.

Maravillosa.

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