domingo, mayo 16, 2010

Magnífico artículo de Joaquín Estefanía en las páginas dominicales de El País.

Otra importante variable...

"Se ha entrado en una nueva fase de la crisis económica: la de la deuda soberana. Tras el estallido de las hipotecas de alto riesgo, los aumentos de los precios de los alimentos y las materias primas, los riesgos por la falta de liquidez y de solvencia de las entidades financieras, y la recesión en la economía real, llegan ahora las dificultades de los Estados, que no dan más de sí. Lo que comporta una gran paradoja: tras haberse endeudado éstos para salvar a los grandes bancos de la quiebra (generando una liquidez masiva, comprando activos de mala calidad, garantizando las emisiones de la deuda privada y entrando en el capital de las entidades, nacionalizándolas durante un rato), y después de haber gastado masivamente en programas de estímulo para que no cayeran sectores productivos enteros en los concursos de acreedores y en las quiebras masivas y para que la Gran Recesión no se convirtiese en una Gran Depresión como la de los años treinta del siglo pasado, los Estados son acusados ahora -por los mismos que fueron auxiliados con el dinero de los contribuyentes- de derrochadores. "
(Crecimiento o barbarie, Joaquín Estefanía)

Un agente de esta crisis no admite su responsabilidad en las repercusiones que sus acciones dentro de los parquets tienen fuera de los mismos. Tira la piedra, los que pueden recogen las ganancias y todos esconden la mano cuando llegan las curvas de las ondas expansivas... Sin olvidarse de darnos lecciones de cómo deben ser las cosas y el mundo.

Los mercados quieren beneficiarse de las ventajas de un mundo global e interconectado. De las consecuencias negativas de sus actos otros tienen la culpa y otros deben resolverlo. Ni siquiera es que sean codiciosos. Viven en otro mundo. La única realidad relevante para ellos es la de los análisis comparativos de series numéricas y las oportunidades que se deducen de ellos, oportunidades que sólo deben resolverse en beneficios económicos.

Todo lo demás no existe o existe en función de ese juego.

La sagrada virtualidad de los mercados no se cuestiona.

La caída del muro de Berlín aplastó a unos monstruos... pero estamos descubriendo que liberó a otros.

Se nos olvida la materia de la que estamos hechos, aunque constantemente las consecuencias de sus actos estén ahí para recordarnoslo.

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