sábado, octubre 23, 2010















"Por supuesto soy consciente de que la idea del sacrificio no es muy popular hoy en día. Casi nadie tiene el deseo de sacrificarse por otra persona o por alguna cosa. Lo que resulta decisivo son las implacables consecuencias de ese comportamiento: la pérdida de la personalidad, sustituida por un egocentrismo aún más acusado que el que impregna ya muchas relaciones interpersonales y también las de muchos grupos de población en su convivir con otros, incluso con sus vecinos. Y sobre todo la pérdida de la última oportunidad existente para dar espacio al desarrollo interior en vez del progreso material, posibilitando así de nuevo una existencia llena de dignidad"
(Esculpir en el tiempo, Andrei Tarkovski)

No te busques a ti mismo, porque nada encontrarás.
No te busques a ti mismo, busca a quienes te buscan.
La clave que te descifra siempre la tienen los otros, los demás.

Hay una psicología ideológica y capitalista que nos obliga a buscarnos, a poner nuestro yo y su realización por delante y por encima de todo.
El mecanismo de dominación es perfecto.
Buscarse a sí mismo es un viaje en un vehículo de una sola plaza y el resultado siempre es la soledad. En la propia búsqueda de cada uno, nadie puede acompañar. Sólo las cosas pueden hacerlo, las cosas del supermercado infinito. Comprar y tener. Tener y comprar.
El sistema nos hace solos aunque a la espera y mientras nos perseguimos la cola de la propia sombra en una inmensa sala de espejos encontramos el sueño que las cosas nos proporcionan.
Sueños pequeños y escasos, huesudos y raquíticos que se nos agotan rápido y enseguida tenemos que cambiar.
Porque el resultado de estar con uno mismo siempre ha sido soledad.

Como bien escribía Charles Sanders Pierce en su concepción triádica del signo (y por lo tanto del proceso de significación), en la relación de significado entre lo representado (cosa) y lo que lo representa (signo) siempre es necesaria la presencia de un tercer elemento (interpretante) que, precisamente, hace posible con su presencia ese sentido proporcionando las claves para la relación entre el signo y la cosa, haciendo posible esa relación que jamás podría existir por sí misma. Y es necesario el interpretante porque el sentido no es un concepto absoluto sino relativo, como obra humana que es está sujeto a los rigores que imponen el espacio y, sobre todo, el tiempo
Nuestra búsqueda se sentido siempre necesita un intérprete, de lo contrario jamás tendremos conciencia de entender y entendernos.
Como animales sociales que somos, el sentido de nuestro sentido siempre radica en ese otro que nos mira, que nos comprende y que nos hace sentir que somos comprendidos.
Y la sociedad de consumo nos vuelve del revés, convierte los efectos en causas obviando la existencia de ese interpretante, haciéndonos creer que la relación de cada uno con nuestro sentido es directa, sin mediación... para posteriormente, ocupar ese lugar que nos ha hurtado con su propuesta sin fin de objetos y materia.
La consecuencia directa es que, finalmente, ese sentido que buscamos y necesitamos los encontramos en las cosas en un tío-vivo sin fin de mundos de quitar y poner donde el paisaje hace a las figuras y no las figuras al paisaje.

Emocionante e inolvidable lectura la de "Esculpir en el tiempo".

Y lo peor de todo es que las conductas desviadas son mayoritarias, abundan los egos colonizadores e imperialistas que no se detienen ante nada y ésto tiene un perverso efecto multiplicador ya que, por instinto, tendemos a pensar que lo más repetido es lo correcto, olvidando que la sociedad de consumo ha colonizado todos y cada uno de los aspectos de la realidad convirtiéndola en el terreno donde se desarrolla su juego, un juego que tiene unas reglas y que por cuidadosa superposición topológica ha ocupado de forma metódica el mítico lugar de la realidad.

Y ya va siendo ahora de que aquellos que aún creemos que nos queda corazón nos organicemos en algún movimiento de resistencia por un mundo libre de individualidades en ilimitada búsqueda de sí mismas, constantemente contaminando y destruyendo con su siempre justificado egoísmo el ecosistema emocional.
Una desperada batalla perdida a las puertas de Mordor no estaría mal para empezar... Y si la oportunidad no surge, habrá que salir del camino para encontrarla.

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