domingo, noviembre 28, 2010















JUNIOR BONNER

No es descubrir nada el escribir que en el cine de Sam Peckinpah hay un componente elegíaco, de canto a un estilo de vida que desaparece, que tiene que dejar lugar a los nuevos tiempos y a los nuevos modos de ser y de estar que traen consigo.

Esta cualidad no es específica de Peckinpah, pero forma parte esencial de su imaginario personal, un mundo de hombres puestos a prueba, principalmente, por sus propias contradicciones, pero también, y como consecuencia directa de esa actitud individualista, obstinada y autodestructiva, por un entorno que casi siempre suele implicar unos nuevos tiempos.

Me viene oportuno a la memoria el diálogo que sostienen Billy El Niño y Pat Garrett en "Pat Garrett y Billy El Niño". El segundo le transmite al primero su impresión de que los tiempos están cambiando y aquel contesta a éste que puede que lo estén haciendo, pero él no lo va a hacer

¿Cambiar? ¿Por qué? ¿Sólo por el simple hecho de que quizá sea más fácil todo?

En los personajes de Peckinpah siempre bulle esa tensión esencial y el conflicto siempre surge de la constante colisión de esa identidad con un entorno en el que ya no encaja. Parecen empeñados absolutamente en lo que parece un error para una mayoría que se adapta, que quiere sobrevivir aunque para hacerlo tengan que dejar atrás lo mejor de si mismos y convertirse en una especie de carcasa vacía en constante búsqueda de justificación.

En este sentido, el personaje de Pat Garrett es un absoluto ejemplo de esa vaciedad que hasta cierto punto implica un determinado nivel de cobardía en el sentido de no haber querido llevar hasta las últimas consecuencias una determinada manera de ser.

Curly Bonner, el hermano de Junior, en gran medida es el homólogo de Garrett en "Junior Bonner". Convertido en un empresario de éxito reprocha a su hermano Junior el hecho de que prefiera seguir trabajando en el circuito de rodeos en lugar de trabajar para él. Le dice que él ya ha ganado su primer millón de dólares mientras él todavía sigue intentando resistir ocho segundos encima de un caballo. Le echa en cara una obstinación que le resulta incomprensible.

De todo modo, Curly representa ese nuevo mundo que se abre paso de forma inexorable.

Y a diferencia de otras historias de Peckinpah, "Junior Bonner" no es una película donde la violencia consecuencia de esa tensión entre opuestos tenga un peso esencial. "Junior Bonner" es por encima de todo un retrato melancólico y tranquilo de una derrota consumada. Una vuelta de tuerca más en un proceso de modernización del viejo far-west que ya no es cuestionado de forma explícita y que convierte a vaqueros como Bonner en personajes inexplicables.

Y como parte de esa victoria el nuevo mundo utiliza al viejo como parte de su retórica, de su discurso, consumiéndolo definitivamente... En este sentido, resultan memorables varias escenas del principio de la película. El modo en que las excavadoras de Curly derriban la vieja casa de Ash Bonner, filmada y montada por Peckinpah como si se tratara de una secuencia de acción, con mucho plano contrapuesto y cámara lenta, o las jaulas donde varios animales característicos de la fauna salvaje del medio oeste (lobos, coyotes, aguilas...) están encerrados y expuestos a las miradas de los presuntos compradores que acuden al negocio de Curly.

"Junior Bonner" culmina de una forma hermosa y melancólica ese planteamiento evolutivo, crítico y desmitificador del western. Se sitúa a si misma y a sus personajes en un lugar inhóspito, en donde las viejas casas se derriban o venden, que alguna vez fue un hogar.

Esos personajes cuyas vidas parecen transcurrir a espaldas de unos tiempos que les han dejado atrás, pero que como pueden continúan adelante, bien cayendo en un loco mundo de fantasía como hace Ash (un espectacular Robert Preston), bien consagrándose ciegamente a una tarea, al mundo de los rodeos, el único punto de encuentro posible entre pasado y presente, como hace Junior (un brillante Steve McQueen).

Irracionalismo y existencialismo.

Why not?

Magnífica.



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