domingo, noviembre 07, 2010














RIO ROJO

Viendo "Río Rojo" el espectador no disfruta de uno de los mejores westerns de la historia del cine sino de una de las mejores obras que el cine como arte ha podido producir a lo largo de sus más de cien años de historia.

Dirigida por Howard Hawks en 1948, "Río Rojo" es por encima de todo una obra épica en la que el esfuerzo del individuo por ser, por encontrar un lugar, se ve confrontada por las limitaciones de todo tipo que la realidad ofrece.

El transporte de diez mil cabezas de ganado por tierras salvajes desde una perdida zona de Texas hasta el primer atisbo de civilización representada por una estación de ferrocarril se convierte en expresión metonímica del esfuerzo de un hombre, Tom Dunston por conseguir realizar su deseo. Y en este sentido "Río Rojo" tiene un carácter de viaje, de eterna epopeya homérica, en donde el hombre y su capacidad para soñar, e intentar convertir ese sueño en hechos, se ve constantemente comprometida por los caprichosos azares del destino.

Magnificamente interpretado por ese gran actor que es John Wayne, Tom Dunston lucha por hacer real una visión, una visión que le alejara de todo y de todos y en ese alejamiento es donde "Rio Rojo" ofrece el más selecto de sus aromas mostrándonos los frágiles límites de esa individualidad abandonada a una insoportable levedad que siempre se pone de manifiesto en las dificultades e incertidumbres que la realidad va oponiendo.

En su afán por cumplir esa visión, Dunston perderá a la mujer que ama (en el magnífico comienzo de la película que como un perfume eterno impregna de forma hermosa e impecable todo el desarrollo de la historia) y comprometerá su relación con las únicas dos personas que le han seguido a lo largo de los años en su locura: el joven Garth (Montgomery Clift) y el viejo Groot (Walter Brennan).

Nadie podrá seguirle y en su obsesivo afán por continuar Dunston se convertirá en una suerte de letal monstruo para todos aquellos que le rodean, un monstruo que deberá ser contenido porque su afán es visto por los otros como peligroso delirio.

Este será el último y final obstáculo que Dunston, en su aislada soledad de individuo proyectado hacia su deseo, deberá superar sólo para descubrir al otro lado, el altruismo y el sacrificio de otros que, por afinidad electiva, han decidido soñar su sueño con él.

La película tiene el inequívoco sello enérgico y nada retórico que Hawks imprimía a todas sus películas encarnado en esa cámara que coloca en la carreta que Walter Brennan conduce mientras atraviesa el rio Rojo. Cuenta con una de esas magníficas fotografías en blanco y negro, que ya son casi imposibles de hacer, a cargo de Russell Harlan y presenta un magnífico elenco de actores encabezado por un tremendo John Wayne en una de las mejores interpretaciones de su carrera (que, y aunque a algunos les parezca mentira, ya es suficiente elogio).

Obra maestra.


No hay comentarios:

Publicar un comentario