domingo, noviembre 21, 2010

SIERRA DE TERUEL

No se cómo empezar.

Quizá lo más sencillo sea hacerlo por el principio, escribiendo que "Sierra de Teruel" es una maravilla, una demostración de las inmensas posibilidades que tiene el cine como arte. Porque en esta película abundan las imágenes auténticas, primigenias, especiales, estimulantes para el pensamiento y conmovedoras para el sentir del espectador que, acostumbrado a tanto cliché, a tanta imagen que recuerda a otra anterior, las recibe como agua fresca en plena travesía del desierto.

Son mil y una las maneras que tiene el tiempo de esculpir sus estragos sobre el ser humano, pero "Sierra de Teruel" permanece intacta convertida en un monumento funerario a las posibilidades del cine como vehículo de expresión.

Creo que no olvidaré nunca la imagen de la hormiga recorriendo la mirilla de la ametralladora en pleno combate aéreo. Me alegro de haberla visto. Lamento no poderla volver a ver ya por primera vez.

Me viene en este momento a la cabeza todo el discurso teórico del cineasta alemán Wim Wenders: la inflacción de imágenes, la consecuente pérdida de intensidad, el circuito cerrado de referencialidad que se establece entre esas imágenes convertidas en clichés las unas de las otras. No hay nada de ésto en la "Sierra de Teruel" que se convierte un canto a la esperanza en las posibilidades de hombre para sobreponerse a la oscuridad, pero también a la esperanza en las propias posibilidades del cine como vehículo de expresión de significados genuinos e intrinsecamente propios, basados en el poder inmensamente evocador de las imágenes en movimiento.

"Sierra de Teruel" cuenta un pequeño episodio recogido en el libro "L'espoir" de André Malraux, libro que narra las experiencias del escritor francés en nuestra guerra civil como combatiente del ejército republicano. En concreto, la película nos cuenta la destrucción de un puente por parte de la aviación republicana durante la batalla de Teruel.

Alrededor de esta pequeña anécdota, nota al pie dentro del gran libro de la historia, se desarrolla una historia coral, absolutamente épica, centrada en el esfuerzo de resistencia, en el sacrificio generoso por una causa que, de por sí, parece justificarlo todo, una historia en la que se entremezclan actores profesionales con auténticos habitantes de los pueblos de Teruel y sobre la que flota un intenso valor de verdad que emana de las miradas de la mayoría de los personajes, intensas y enloquecidas, entregadas a esa causa hasta las últimas consecuencias, pero también de las palabras y de los actos que se van sucediendo en los personajes que las pronuncian y protagonizan hasta el final de una historia que está ahí precisamente para eso, para interpelarnos de manera directa con su sola presencia evocadora.

Imprescindible.



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