lunes, enero 10, 2011

TRAINSPOTTING

Dos son los talentos de "Trainspotting": la descripción de un mundo y el talento de Irvine Welsh a la hora de describirlo.

"Trainspotting" es un retrato caleidoscópico de un mundo marginal de jóvenes escoceses cuyas vidas se encuentran entre la espada de la ausencia de un futuro y la pared del sinsentido. No hay una trama única. El libro se despliega en una serie de relatos cuya única hilazón son los personajes (Rents, Sickboy, Bebgbie, Spud, Tommy) y su difícil vida de yonquis en una Edimburgo infernal, deshábrida, sórdida, lluviosa y fría que se erige en metáfora de esas propias vidas que suceden en sus calles.

"Trainspotting" revela un mundo y lo hace con talento.

Es inseparable el modo en que Irvine Welsh con un lenguaje directo y testimonial, elemento esencial para la creación verídica de ese mundo y un estilo tragicómico que salta del humor al drama entre punto y punto, incluso dentro de un mismo párrafo.

No hay retórica en "Trainspotting".

En sus páginas la literatura deviene en arte generando una ilusión de transparencia, un poderoso efecto de realidad que conmueve como la haría el más sensacionalista reportaje del más carroñero de los reporteros.

Y con toda seguridad documenta como ninguna otra una época, la de los platos rotos de la Inglaterra post thatcheriana y neoliberal.

Imprescindible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario