viernes, agosto 19, 2011













Me pregunto dónde están todos esos cristianos los lunes a las ocho de la mañana cuando amanece la nueva injusticia de cada día.

He escuchado atentamente el discurso del papa en El Escorial y estoy de acuerdo con él, en la idea de la educación como algo que va más allá de la mera asunción de conocimientos, en la necesidad de formar personas, perspectivas que conviertan el conocimiento en instrumento, vehículo para la plasmación de un proyecto, de unos valores... pero los católicos siempre se quedan ahí... bueno... la mayoría, porque la iglesia hace una gran tarea de asistencia social que no hay que olvidar y que hay que agradecer.

No obstante, debería de existir una especie de pecado de omisión a través del cual los católicos se midieran el grado en que viven de acuerdo con la fe que dicen profesar porque, y vuelvo a insistir, me pregunto dónde están todos esos cristianos los lunes a las ocho de la mañana.

Si fueran tantos como dicen que son y su fe fuera tan real como dicen, su efecto debería notarse en el funcionamiento del mundo occidental.

Y no se nota.

Vamos a peor.

Y la iglesia sólo aparece para recoger los pedazos que desecha la gran máquina trituradora de cada día. Lo agradezco y lo reconozco ¡Muchas gracias católicos! Pero echo en falta más acción. La voz colectiva de los cristianos cuestionando un mundo cada vez más injusto, rechazándolo en el día a día.

Igual, por ejemplo, los mercados no son lugares donde los valores cristianos estén presentes.

Estaría bien desaprovar públicamente (o incluso excolmulgar) a los que tomando decisiones avariciosas comprometen las vidas de miles de personas condenandoles al paro.

No sólo hablar.

Puede que la iglesia no sea respetada precisamente porque no se hace respetar a través de la hipócrita y evidente convivencia con sus contradicciones.

Y puede también que tal y como están las cosas no haya razones para estar tan alegres como esos jóvenes están, sino preocupados y deseando actuar para cambiar.

Hay mucha gente que sufre ahí fuera.

Los católicos tienen un problema que se llama "dar ejemplo cada día". Imagino que es difícil, pero no es a mi a quién Dios ha llamado.

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