lunes, noviembre 14, 2011

ANONYMOUS

Cansado de tanto apocalipsis y de tanto desastre cinematográfico, Roland Emmerich ha decidido reinventarse con este "Anonymous", un drama histórico ambientado en el final de la época isabelina.

La historia maneja dos iconos de la época, la propia reina Isabel y el dramaturgo William Shakepeare, y los combina con acierto para producir una espesa y compleja trama de intereses, mentiras y traiciones que van desde el barro del Globe donde Shakespeare representa sus obras hasta los materiales nobles del palacio desde el que la reina gobierna.

En "Anonymous" las intrigas por la sucesión de la vieja reina se entremezclan con la hipótesis de que no fuese Shakespeare el autor de sus obras sino un testaferro por cuyas manos de paja se expresaba la voz de otro, en este caso uno de los más relevantes nobles de la aristocracia británica: el Conde de Oxford.

A través de un actor oportunista llamado Shakespeare, Edward de Vere, Conde de Oxford, podrá sacar a la luz y al juicio del público todo el secreto trabajo de su vida, decenas de obras escritas en el secreto y a espaldas de una sociedad que en absoluto concebía semejante ocupación como propia de un noble.

La condición de De Vere como de amante la reina introducirá una complicación más a una historia que, pese a todo, funciona siguiéndose con atención sin parecer nunca demasiado larga y resultando casi siempre interesante aunque solo sea por su carácter de retrato aparentemente fiel de una época que el que les escribe tiene en su consideración por encima de muchas.

Por encima de todo, "Anonymous" es la historia de una paradoja pues nos cuenta la fracasada vida de un hombre en cuyas manos anida al mismo tiempo una de las más grandes capacidades para generar belleza que el hombre ha conocido.

Sin poder tener a la mujer que en verdad ama, sin ser capaz de imponer sus planteamientos sobre el futuro de Inglaterra y lo que es más importante sin poder acreditar autoría de sus textos, De Vere poco a poco, y conforme la historia avanza, irá asomándose al abismo de su propia perdición, acreditándose como el eslabón más débil de todas las cadenas que le atan a una privilegiada vida de obligaciones como consecuencia de su noble condición.

Interesante.