domingo, noviembre 06, 2011

THE PERFECT HOST

Tiene sus buenos momentos "The perfect host".

Tampoco muchos, porque conforme la película avanza la sensación de ya haber estado allí en algún otro momento, en alguna otra película se hace cada vez más intensa desnudando a "The perfect host" de cualquier otro calificativo más allá de "entretenida".

La película abunda, sin profundizar ni aportar nada distinto, en el estilo de un subgénero, el de los predadores predados que tan buenas historias han sugerido a directores como Roman Polanski y Joseph Losey.

El subgénero siempre presenta un sadomaqoquista duelo de personalidades en el que el aparentemente fuerte termina siendo devorado por el aparentemente débil que, poco a poco, ha ido bailando una siniestra danza de siete velos en el que ha ido desvistiéndose de sus ropajes de cordero para mostrar su verdadera cualidad de lobo. Y en este sentido, "The perfect host" es una buena muestra divulgadora de las cualidades y el estilema de este subgénero.

Además, y para empeorar las cosas, esta trama de primeros planos y grandes actores envueltos en una demoledora esgrima psicológica a muerte aparece envuelta en toda una sucesión de giros pirotécnicos, de vueltas y revueltas narrativas que en lugar de beneficiar al relato principal lo contaminan con una cierta e innecesaria abundancia de eventos asociados a tramas narrativas complementarias que reducen la pureza de la principal sustancia narrativa, diluyéndola en una adolescente sucesión de inverosímiles coincidencias encadenadas.

"The perfect host" exhibe con impudicia un innecesario exceso de carga narrativo que perjudica y despista con respecto de sus mejores cualidades. Y sus ganas de sorprender al espectador, por repetitivas, llegan a estragar convirtiendo tanto "twitch", tanto giro en una loca arritmia que en nada beneficia a la película.

Tan pronto como la historia abandona el siniestro ágape que mantienen torturador y torturado la película naufraga en un estúpido, irritante y manido acantilado de sustos narrativos en el que nada es lo que parece y cuyo resultado es la nada misma.

No obstante, y como he escrito al principio, la película tiene sus momentos, especialmente todos los que protagoniza David Hyde Pierce que compone con talento el inolvidable retrato de uno de esas personalidades que viven a diez mil kilómetros de la línea que separa la cordura de la locura.

Entretenida.