domingo, diciembre 11, 2011

GOOD WILL HUNTING

No me cabe la menor duda de que "Good Will Hunting" es un melodrama bastante convencional desde el punto de vista de sus mecanismos narrativos.

No obstante, y como en la teoría de los viajes interplanetarios, la película se sigue bien gracias al impulso gravitacional que ejerce sobre el espectador la masa emocional de una serie de escenas clave, casi todas ellas monólogos (como no podía ser de otra forma en una película escrita por actores) que impulsan el interés del espectador hacia delante en la historia y que todavía mantienen intacta su fuerza por lo menos para mis ojos.

De esta historia siempre me ha parecido que su mayor atractivo es la trama que protagonizan el profesor Lambeau (Stellan Skarsgard) y sus posicionamientos entre pigmaliónicos y sallierianos ante el genial talento matemático del protagonista. Y aquí la película se queda demasiado corta, agotando sus posibilidades de diferenciación en unas cuantas pinceladas de color aplicadas con inteligencia y de manera conveniente a lo largo de una trama que claramente opta por el melodrama sentimental desactivando la posibilidad de cualquier otro planteamiento más estimulante.

En este sentido, "Good Will Hunting" siempre me pareció un artificio muy bien construido y todavía me lo sigue pareciendo.

Consigue su propósito de emocionar con su planteamiento épico de encuentros y desencuentros alrededor de una personalidad especial, pero lo hace desde este concepto tan absurdo que tenemos de la inteligencia que la sobrevalora.

Y siempre me ha parecido más admirable que resolver la cuadratura del circulo la capacidad emocional para ser tan generoso que tiene Chuckie (Affleck), un auténtico working class hero capaz de hablar a su amigo Will como lo hace en uno de esos momentos de masa emocional de los que hablaba al principio de este texto. Altruisticamente impulsado por la amistad que siente por Will le dice que no querrá verle dentro de 50 años trabajando junto a él en cualquier construcción.

Y puedo entender esa valoración excesiva de la inteligencia. Después de todo, es la parte más espiritual y metafísica de la ciencia. Y seguramente la distorsión valorativa de lo científico, ascendido por el pensamiento moderno de medio a finalidad y fuente de sentido ha traído consigo efectos secundarios, uno de los cuales es la excesiva valoración de la inteligencia convertida en espíritu impulsor del progreso científico-técnico

Así, talentos como Hunting se convierten en carismáticos profetas del culto al conocimiento como poder. Apariciones especiales y divinas que nos ponen en contacto con el mito generador de la modernidad: la confianza absoluta en la capacidad del ser humano para entender el mundo, meterlo en una fórmula y dominarlo.

Y ya nadie valora el talento para sentir que Chuckie exhibe. Ningún profesor se interesa por su capacidad altruista. Una vez más pasa desapercibido el fundamento, la capacidad de generar el contexto donde la inteligencia es posible.

Porque sin las precisas y justas palabras de Chuckie, Will Hunting no hubiera sido posible. Todas sus capacidades se hubieran perdido entre cemento y ladrillos.

Corazones superdotados en lugar de cerebros.

Eso es lo que cuenta.




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