martes, enero 10, 2012

"Toda religión ofrece la promesa de vencer el tiempo, de escapar de él, de dominarlo, de reeditarlo o de negarlo por completo. Usamos las religiones como vehículos para llegar al estado de nirvana, al reino de
los cíelos o a la tierra prometida. Creemos que el renacimiento, la reencarnación o la resurrección nos permitirán superar la inevitable muerte biológica.
Nuestra búsqueda espiritual de la inmortalidad empezó a dejar paso a una búsqueda mucho más laica a finales de la Edad Moderna. Los grandes pensadores de la Ilustración plantearon la idea radical del progreso humano con una visión de la inmortalidad terrenal que era totalmente nueva para la civilización occidental.
El progreso era una idea nueva y revolucionaria de la que había pocos precedentes. En esta nueva visión, el tiempo ya no era un medio para preparar el segundo advenimiento de Cristo, sino un medio para plasmar la nueva idea temporal del progreso. Creer en el progreso es creer en un futuro que siempre mejora y, sobre todo, perdura. El progreso no tiene fin. Es incontenible, implacable. Nos lleva hacia un futuro donde no hay
límites ni fronteras, un futuro infinitamente expansivo e «intemporal». Esta imagen nueva del futuro está empapada de materialismo. El progreso material es nuestro pasaje a la inmortalidad, la forma de engañar a la
muerte, de superar una existencia fugaz. La ciencia y la tecnología se han convertido en el nuevo medio de lograr la salvación."
(Civilización empática, Jeremy Rifkin)

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