martes, marzo 20, 2012

LA INVENCIÓN DE HUGO

De cuando en cuando el cine necesita recitarse como mito, recordar a quienes quizá lo hayan olvidado su propio relato, ése que habla de él como fábrica de sueños, metafísica emocional que justifica las imágenes que como fantasmas se aparecen en la pantalla blanca.

Es todo un género cinematográfico al que pertenecen grandes películas como "La noche americana", "Cinema paradiso", "La rosa púrpura de El Cairo" o "El estado de las cosas".

Desgraciadamente, es complicado que alguien algún día cite a "La invención de Hugo" entre ellas... aunque para gustos los colores.

Demasiado compleja y enrevesada, "La invención de Hugo" es una de esas películas con vocación sinfónica. Las líneas argumentales y los personajes se acumulan generando un universo abigarrado en el que el espectador tarde o temprano termina perdiendo el hilo de Ariadna de lo esencial y queda perdido en el laberinto de una historia que se convierte en demasiado compleja, cuando no caótica.

La historia de Meliés y el cine, la historia de Hugo y su padre, la historia del autómata, la propia historia del cine, la historia de la estación y de sus personajes... demasiadas historias enlatadas a presión en apenas una duración de dos horas, "tour de force" que fuerza al espectador a asistir a una especie de masificado espectáculo de turismo emocional en el que nada tiene la suficiente fuerza como para imprimir una huella y permanecer.

Pura acumulación que no termina de llegar a los lugares del sentir que aspira a alcanzar.

Espectáculo vacío que termina siendo un viaje a ninguna parte con el espíritu de Meliès de por medio.

Fallida.

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