sábado, mayo 26, 2012

Me aburren los nacionalismos de este país.
Me cansa su actitud adolescente, tan cargada de razón, pero siempre disfrutando silenciosamente de las ventajas de pertenecer a la familia (si es que hay alguna) y por supuesto siempre quejándose ostentosamente de los inconvenientes.
Por lo visto, la deuda que España ha contraído con ellos es infinita... y eso es muy, muy español: la soberbia y distante actitud orgullosa del hidalgo a quién todos le deben de todo. Y por supuesto, la perfecta encarnación del absurdo nacional (no estatal) en el que en un proceso de agravamiento constante día a día vivimos con un sentimiento de inocencia que no se de dónde diablos hemos sacado.
No entiendo muy bien cómo, y practicamente al mismo tiempo, el presidente de Cataluña viene a España a pedir ayuda para pagar las nóminas a fin de mes y ciudadanos de esa comunidad llegan a la capital del "país" vecino a pitar su himno y su bandera con motivo de una competición deportiva en la que sus equipos participan. No lo entiendo, pero sucede siendo claramente justificados ambos comportamientos por quienes los protagonizan.
Parece que hay una razón para todo... la suya por supuesto.
Y no me cabe la menor duda que, recordando "contra Franco se vivía mejor" aquella frase del dramaturgo Alfonso Sastre, "contra España se vive mejor" porque siempre que las cosas se ponen mal uno puede acudir a refugiarse en ella pero eso si, siempre desde el total desprecio.
Lo encuentro, como otras tantas cosas de esta sociedad neurótica, que se cree más democrática de lo que es, bastante totalitario.

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